Cuando carecemos de la capacidad o de la buena voluntad para perdonar,
esta carencia es como un veneno que tomamos diariamente, gota a gota,
pero que finalmente su cúmulo hace que terminemos envenenados.
Muchas veces, nos negamos a perdonar pensando en que le hacemos un bien
a la otra persona, sin embargo, los únicos beneficiados con la acción de perdonar
somos nosotros mismos.
El perdón es una expresión de amor, nos libera de ataduras que nos amargan
el alma y enferman el cuerpo.
Perdonar no significa necesariamente que estemos de acuerdo con lo que pasó,
con lo que se nos dijo, con lo que se nos hizo ni que lo aprobemos.
Perdonar, simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que
nos causaron dolor o enojo.
El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. La falta de perdón nos
ata a las personas por el resentimiento.
La falta de perdón envenena el espíritu ya que neutraliza los recursos
emocionales que tenemos.
Por lo general, la persona más importante a la que debemos perdonar es
a nosotros mismos, son tantas las cosas que no hacemos, que no decimos
en el momento oportuno y que van cavando brechas con las personas que
nos rodean o con aquellas que debemos mantener contacto diario por múltiples
razones.
Os invito a perdonar, sólo así podremos aspirar a que se nos perdone,
recordemos ese proverbio que dice:
"Con la vara que mides, serás medido"