Armonía

Mi cuerpo y mi mente están en armonía con Dios.

Al estar en armonía con Dios, gozo de paz interna. Mi cuerpo descansa. Mi mente se aclara. Percibo la gracia de Dios. Mas, cuando no estoy alineado con Dios, mi cuerpo se siente extraño y mi mente entretiene pensamientos ansiosos. Me siento inestable. En tales momentos, no es que haya perdido mi vínculo con el Espíritu, sino que me he distraído.

Entonces, hago una pausa, digo una oración y paso unos momentos en el silencio. Inmediatamente comienzo a sentir que el espíritu divino fluye en mí y por medio de mí. Las personas precisas, las direcciones correctas y los lugares apropiados son revelados claramente. Sé que hacer y estoy en paz.

Nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados.—2 Corintios 3:18

Protegido

Confío en Dios para que me proteja y proteja a mis seres queridos.

Soy una creación de Dios, al igual que lo son mis seres queridos. Cuando confío en que estamos protegidos por la presencia divina, experimento paz y templanza. Tomo decisiones sabias. Todos disfrutamos de amor y seguridad inmanentes.

Nuestro deseo innato de crecimiento nos insta a salir de nuestra “zona de comodidad”. En todo momento, recuerdo que cada oportunidad para mi transformación es apoyada por Dios. Confío en que Dios me protege y protege a mis seres queridos porque nada puede separarnos de nuestro Creador. Descanso y tomo decisiones sabias, ayudando a otros a que lo hagan también.

El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo ... dice al Señor: “Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!” —Salmo 91:1, 2 (Versión Popular)