Ha sido para mi muy difícil decidirme a dar éste paso; revelar mi experiencia me ha llevado mucho tiempo decidirme a hacerlo; pero creo que se hace necesario y por eso es que hoy lo hago.
Corría el mes de septiembre de 1993, yo acababa de ser asignado como médico al servicio de toco cirugía en el hospital del Seguro Social de la ciudad de Autlán, Jalisco, México. No recuerdo el día exacto; ése día había sido mi descanso y me había dedicado a recorrer las calles por la tarde hasta el anochecer; siempre me ha gustado caminar.
Ya por la noche; después de cenar en una fonda, llegué al edificio donde me alquilaban un cuarto como a muchos que llegaban de fuera a trabajar a ésa ciudad; éste solo tenía una cama, un buró y una silla; el cuarto de baño estaba afuera y era compartido con el cuarto vecino.
Me recosté y me puse a leer, escuchaba música en un radio con reloj y despertador, hacía calor y abrí la pequeña y enrejada ventana que daba a la calle, entonces me di cuenta que era la medianoche; el reloj marcaba las 12:05 y me dispuse a dormir. Me metí bajo las sábanas, puse la alarma del reloj para que sonara a las 6:00 de la mañana y me encendí un cigarrillo; apagué la luz y deje el cigarrillo en el cenicero sobre el buró. Justo en ése momento, escuché un zumbido como el que hacen las maquinas eléctricas de soldar, a la vez que una intensa luz amarilla en el interior de mi cuarto me encegueció haciendo que me estremeciera; solo fue un instante, tan corto como un flash fotográfico. Eso fue el inicio de las cosas; mi primera impresión fue de asombro, al tomar el cigarrillo que acababa de dejar, este se encontraba totalmente consumado y apagado; el reloj marcaba las 3:00 de la mañana. Yo, ya desconcertado, sentí un escozor en mi pecho a la altura del esternón, por lo que instintivamente traté de rascarme produciéndome un dolor intenso. decidí encender la luz y al levantarme me di cuenta que estaba acostado encima de la sábana con la que un rato antes me había cubierto; me levanté y encendí la luz percatándome que tenía la piel de mi pecho con quemadura de primer grado, mas intensa que las que pueden ocasionarse en la playa.
Esta era en forma de "V" bajando de mi cuello hasta la punta del esternón. No solo había eso. A los lados de la misma se observaban una serie de puntos simétricos y también dolorosos y quemantes. Mas que sorprendido, ya para ése entonces estaba espantado. Mi cama estaba tendida. Solo con la marca de mi cuerpo en ella. La puerta permanecía cerrada por dentro y la pequeña ventana estaba con los barrotes de protección intactos. Decidí no decir nada porque sabía que me juzgarían mal y no me creerían. Cuando llegué al Hospital, conseguí muy discretamente crema para quemaduras y material de curación con el cual me estuve curando por varios días hasta que sanó.
Ha pasado todo este tiempo. Con frecuencia presento escozor en el área afectada y se me enrojece la piel; las cicatrices aún persisten aunque muy discretas, mis dudas aún no las he podido disipar y hoy, al fin y sin saber porqué, me decido a contar lo que me sucedió; no con el animo sensacionalista, mas bien con el todavía temor de no ser creído, pero con la firme convicción de decir la verdad tal y como sucedieron los hechos. Después de esto me siento un poco liberado, sin embargo cruzan por mi mente visiones fugaces de muchas vivencias en lugares extraños que cuando quiero darles seguimiento o encontrarles ilación se desvanecen y ya no logro recordar.
Saludos Abner