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General: EL SUEÑO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: MEBABIAH  (Mensaje original) Enviado: 07/02/2011 20:20



Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Solo
recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en
la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...

En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños, me encontré en
aquel inmenso salón, no tenía nada en especial salvo una pared llena de
tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros
iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones.

Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención un cajón
titulado:

"Muchachas que me han gustado". Lo abrí descuidadamente y empece a pasar las
fichas.

Tuve que detenerme por el impresión, había reconocido el nombre de cada una
de ellas: ¡se trataba de las muchachas que a MI me habían gustado!

Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar de donde me encontraba.

Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de
toda mi existencia.

Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes
detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado.

Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a
recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.

Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un
sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver
si alguien me observaba.

El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que
abandoné cuando más me necesitaban".

Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído",
"Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros
títulos eran:

"Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando
estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos
que he visto"...

No dejaba de sorprenderme de los títulos.

En algunos ficheros habían muchas mas tarjetas de las que esperaba y otras
veces menos de lo que yo pensaba.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado.
¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas
millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una
escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.

Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir
que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin.

Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran
cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió
mi cuerpo. Solo abrí el cajón unos centímetros. Me avergonzaría conocer su
tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido.

Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad,
había quedado registrado... No necesitaba ver más...

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente:

Nadie debe de ver estas tarjetas jamás. Nadie debe entrar jamás a este
salón.

Tengo que destruirlo! En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que
vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar
una sola del cajón.

Me desesperé y trate de tirar con mas fuerza, sólo para descubrir que eran
mas duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.

Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar.

Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis
miserias, y empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar
en algo mi situación:

"Personas a las que les he compartido el Evangelio".

La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas.

Las lagrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no
podía respirar.

Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un nuevo
pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito
encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

Y mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no! ¡por favor no!

¡El no!

¡cualquiera menos Jesús! Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía
cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no
deseaba encontrarme con su mirada.

Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos.

¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada
y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a
llorar de nuevo. El, se acerco, puso sus manos en mis hombros.

Pudo haber dicho muchas cosas. Pero el no dijo una sola palabra.

Allí estaba junto a mí, en silencio.

Era el día en que Jesús guardó silencio... y lloró conmigo.

Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno
por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío.

¡No! le grité corriendo hacia El. Lo único que atiné a decir fue solo ¡no!
¡no!
¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por que
estar en esas fichas.

No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo
vivo. Su nombre cubró el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de
mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

No entiendo como lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el
último archivo y venir a mi lado.

Me miró con ternura a los ojos y me dijo:

Consumado es, está terminado, yo he cargado con tu vergüenza y culpa.

En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto...

Porque todavía faltan más tarjetas que escribir.

Aún no se si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que si
estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón,
encontrará más fichas de que alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas
vanas y vergonzosas.

Jagninet


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