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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 03/04/2011 04:33 |
Confianza
Pongo mi confianza en Dios.
Un autor de Unity escribió estas palabras: “A medida que tu unidad con Dios aumenta, tu inmunidad al miedo también lo hace”. Dios siempre está conmigo. Si hay momentos en los que siento temor, lo disipo centrando mi atención en el amor y el poder divinos. Recuerdo que Dios siempre me cuida, provee para mí y me protege.
No importa donde esté o lo que experimente, cuento con Dios. Reconozco esta verdad también para mis seres queridos. Los visualizo protegidos y guiados —siempre al cuidado de Dios. Incremento mi fe al saberlos felices, saludables y disfrutando de la vida.
El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo, … dice al Señor:
“Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!” —Salmo 91:1, 2 (Versión Popular)
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Paz interna
Al fomentar mi vínculo con la Presencia Divina, experimento paz.
Cuando veo la lluvia caer suavemente sobre mi ventana y oigo truenos en la distancia, siento un vínculo con algo mayor que yo. El aire está siendo limpiado y el suelo saturado con un chubasco renovador. Los pájaros y otros animales sacian su sed y las plantas se refrescan y alimentan. Me satisface saber que cada gota de agua cumple un propósito. Respiro profundamente y tomo conciencia de la actividad del Espíritu en cada elemento y parte de la naturaleza.
Al percibir la belleza y simetría por doquier, un sentimiento de tranquilidad me invade. Me dirijo a mi interior para pasar un momento de comunión con la Presencia Divina. Mi alma se sosiega y siento paz.
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.—2 Tesalonicenses 3:16 |
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Libre
Hoy y todos los días, soy libre e ilimitado.
Soy ilimitado y asumo la responsabilidad de mi libertad espiritual. Soy libre para decir palabras que edifican y apoyan mi crecimiento espiritual y que fomentan el bienestar de los demás. Soy libre para que al pensar, sólo dé cabida a pensamientos afables y constructivos —aquellos que promueven la integridad y la independencia.
Si surge una situación en la que mi libertad parece amenazada, acudo a Dios en mí. Me afianzo en la verdad de que nada ni nadie puede esclavizarme.
Hoy y todos los días, soy libre e ilimitado, porque ninguna condición ni situación puede limitar la libertad de mi alma. Respondiendo a la vida y responsable por mis decisiones, soy el espíritu de libertad en expresión.
El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.—2 Corintios 3:17
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Honor
Honro el Cristo de mi ser con cada pensamiento y acción.
Jesús atraía multitudes dondequiera que iba porque la gente buscaba aprender de este Maestro supremo, sanador, compasivo y pacificador. ¿Cómo honro y aprendo del Cristo de mi ser?
Primeramente, reconozco la sabiduría del Cristo en mí, esta me guía a tomar decisiones saludables y benevolentes. Miro al espejo y sonrío. Aprecio el cuerpo que me ayuda a llevar la luz del Cristo al mundo.
Dios también desea que yo sea un maestro, un sanador y un pacificador. Expreso mis talentos y busco maneras para ser una presencia para bien en el mundo. Con cánticos de alabanza, palabras de agradecimiento y actos de amor, honro el Cristo de mi ser.
Tomaron ramas de palmera y salieron a recibirlo, y clamaban: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!”—Juan 12:13
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Gratitud
Siento gratitud por todos y por todo.
Al despertarme, respiro profundamente. Con cada aliento expreso amor y gratitud por el nuevo día, y por las muchas oportunidades que me aguardan. La gratitud y la alabanza abren el camino hacia un mayor gozo y a experiencias de vida más ricas.
El aprecio me llena de vitalidad y entusiasmo. Me siento renovado y lleno de energía. Mi corazón está abierto y receptivo a nuevas experiencias, sabiendo que veré y percibiré el bien en todo aquello que tenga ante mí. Al llevar a cabo mis actividades diarias, lo hago con un ritmo de amor y gratitud.
Digo en voz alta: “¡Gracias”! Como si el mundo entero pudiera oírme, e imagino que el universo me responde: “¡De nada!”
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. —Salmo 103:1
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