A medida que la vida surge en el mundo natural, mi mundo interno florece.
En la primavera las flores se abren hacia la luz del sol. La tierra y las nuevas hojas son alimentadas y refrescadas por la lluvia. Los pájaros entonan canciones de gozo. A medida que la vida surge en el mundo natural, mi mundo interno también florece. ¡Siento que el aire fresco del Espíritu se mueve por todo mi ser!
En esta estación de nuevo crecimiento, las ideas divinas son las semillas en mi mente, y mi conciencia florece con nueva comprensión espiritual. Siento vitalidad en mi cuerpo a medida que danzo y me muevo alegremente. Canto afirmando mis sueños y las nuevas posibilidades ante mí. Recibo la estación de la nueva vida con un corazón abierto y un espíritu gozoso y expectante.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.—Juan 1:4
Al cambiar mi atención de las apariencias externas a mi corazón, me conecto con mi conciencia intuitiva. Ante cualquier desafío, determino centrarme en mi conocimiento interno. Suspendo cualquier juicio con respecto a los demás y abro mi mente a una comprensión mayor. Mi corazón sabe lo que necesito hacer.
Descanso y dejo ir juicios personales. En su lugar, pregunto: “¿Cuál es el mayor bien para todos? ¿Cuál es el mayor bien para mi desarrollo espiritual?” Dejo ir cualquier preocupación por las acciones y motivaciones de los demás y enfoco mi atención en lo que es mejor para mi alma y para todos. Con mi atención centrada en este conocimiento interno, soy guiado y estoy en paz.
Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído.—Salmo 119:66