Como el hijo pródigo que regresó a su padre y recibió una bienvenida festiva, hoy determino recordar mi herencia divina. Como creación amada de Dios, mi mayor herencia es el reino de los cielos en mí. Dondequiera que esté, Dios está conmigo. Siempre tengo acceso a las ideas, la guía, la sabiduría y el amor divinos. Cuando dirijo mi atención hacia mi interior, accedo al fluir siempre presente del bien divino. Sé que soy bendecido más allá de toda medida.
Hoy celebro mi herencia reconociendo al Espíritu como la fuente de todo mi bien. Con gratitud, me comprometo a utilizar mi herencia divina para marcar una pauta positiva en el mundo.
“Comamos y hagamos fiesta, porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado”. Y comenzaron a regocijarse.—Lucas 15:23-24