Tal vez olvide dar gracias por uno de mis mayores regalos: la libertad. Soy libre para creer en lo que desee y para adorar a Dios donde desee. Soy libre para viajar y expresarme. Más importante aún, soy libre para elegir mis reacciones.
En el Silencio, dejo ir el temor, las preocupaciones y el dolor. Libero cualquier opinión o punto de vista negativo acerca de mí y reclamo mi potencial divino.
Mi corazón se expande con gratitud al vincularme con esa parte de mí que no conoce límites —mi ser espiritual. Afirmo: Soy libre para elegir mis pensamientos y respuestas y alinear mis sueños con el mayor bien. Me regocijo en la presencia del Espíritu libre en mí y reclamo mi potencial infinito.
Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres.—Juan 8:36