En el jardín de la oración, siento paz y satisfacción.
Jesús conocía el valor de pasar tiempo en la naturaleza comulgando calladamente con Dios. Quizás él se sintió llamado a ser uno con la naturaleza en oración para experimentar paz y belleza.
Yo también puedo disfrutar de paz. Puedo detenerme por un momento e imaginar un bello jardín lleno de colores brillantes y aromas gloriosos. Respiro profundamente, inhalando esos aromas y llenando mis pulmones de aire puro. Dejo ir el aire liberando pensamientos negativos y sintiendo cómo mi cuerpo deja ir el estrés. Mis músculos se relajan y mi mente se llena de paz. Doy gracias por esta oportunidad sagrada. En el jardín, me uno a la fuente de toda vida y curación. Soy uno con Dios.
Yo te guiaré continuamente, te daré comida abundante en el desierto, daré fuerza a tu cuerpo y serás como un jardín bien regado.—Isaías 58:11
Guiado por la sabiduría divina, vivo plena y libremente.
Así como un mapa o un sistema de navegación me guía por un destino externo, internamente cuento con un sistema de guía que me dirige por mi camino correcto y perfecto. La sabiduría divina rige el desenvolvimiento del propósito de mi alma.
Presto atención a mi sabiduría divina en momentos de oración y meditación. Pasar tiempo en el Silencio y centrar mi mente en Dios me permite ver claramente el próximo paso a dar. Al avanzar en el viaje de la vida, utilizo mis sentimientos como señales que me ayudan a precisar si estoy en curso. Si siento gozo, valor y paz mental, tengo fe en que estoy en el camino correcto. Al seguir la luz divina expreso plenamente mi ser mejor y mayor.
Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia.—Santiago 1:5
La vida sorprendente de Dios fluye por medio de mí.
Cuando me siento saludable, quizás dé por sentado mi bienestar. Sin embargo, cuando siento malestar, mi mente puede abatirse por los dolores físicos y las preocupaciones. Sabiendo que el poder de la mente crea la realidad, adiestro mis pensamientos para que me ayuden a reclamar mi salud ahora.
Dejo ir pensamientos de dolor o enfermedad y afirmo: He sido creado a la imagen y semejanza de Dios. Yo soy sano y vibrante, disfruto de buena salud y estoy bien.
Yo soy un canal para la expresión infinita de vida divina. La vida de Dios me llena de energía y fluye en mí ahora, revitalizándome y restaurándome. Mi mente descansa en la Verdad de la salud, y mi cuerpo responde acorde.
Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá.—Isaías 58:8
Martin Luther una vez dijo que tener fe es como apostar con la seguridad de que Dios desea darte Su bien. Cada vez que decido mantener mi actitud positiva, estoy en realidad orando. Cuando elevo mi corazón con alegría, promuevo los mejores resultados posibles para mi vida. Cuando añado gozo a mi fe, mis oraciones son contestadas.
¿Qué puedo hacer en este momento para elevar mi espíritu? Infundo mi naturaleza jovial con un sentimiento de optimismo. Comienzo por confiar en que todas las cosas obran juntas para bien —en mi vida y en la vida de todos mis seres queridos. Mi corazón gozoso fomenta la energía que hace posible que mis oraciones sean contestadas.
Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo.—Salmo 56:4