¿Introvertido, yo?
Hasta hace poco tiempo, la concepción que diferenciaba introvertidos de extrovertidos favorecía claramente a las personas que tendían a preferir la interacción social continua, a ser populares, estar rodeados de amigos todo el tiempo y poseer cualidades que eran identificadas directamente como herramientas para el liderazgo. Sin embargo, estas ideas se han ido transformando últimamente.
Por ejemplo, después de que la doctora Susan Cain publicara su libro “El poder de los introvertidos” (Quiet. The power of Introverts in a World that Can’t stop Talking) en 2012, la situación cambió y la gente tiende ahora a revalorar las cualidades de aquellos con una personalidad más reservada, como saber guardar silencio y no tratar de ser la primera persona en tomar la palabra, entre otras.
No es difícil identificarse con el tipo de introversión que la doctora Cain propone. Si tienes alguna de estas características, es probable que tú también puedas considerarte un introvertido en esta nueva ola:
1. Te gusta pasar tiempo a solas. En un mundo obsesionado con la comunicación, donde hasta lo que comemos se comparte en las redes sociales, apartarse del mundanal ruido y pasar algunas horas sin otra compañía que los propios pensamientos parece casi imposible. Los introvertidos no pueden continuar el día sin tener al menos un momento de paz, en su cuarto o dando una caminata por un lugar tranquilo. Es un hábito que les surge de la necesidad de comunicarse consigo mismos.
2. Tienes ideas extraordinarias cuando estás solo. Para ser creativo, necesitas alejarte de los demás. Algunas de tus mejores ideas ocurren en la regadera, cuando estás en contacto con tus pensamientos más íntimos y no tienes otros estímulos alrededor. A las personas introvertidas les sucede que el silencio y la soledad disparan su creatividad. Algo que, aparentemente, está en la genética.
3. La gente te busca para que les des tu opinión. Esa imagen de estar aparte de la vida social te ha convertido en foco de otros individuos que consideran que lo que piensas puede ser de interés. Probablemente, el mantenerte un poco al margen te ha hecho destacar y si, aunado a esto, las ocasiones en que te expresas en voz alta revelan un pensamiento profundo, esto atraerá a otros que quieren escuchar más de lo que tienes que decir. Los introvertidos suelen aprovechar el tiempo para desarrollar sus ideas y, por lo general, no las sueltan sin antes haberlas decantado.
4. Recibes más mensajes de los que mandas. La gente te busca con más frecuencia de lo que tú lo haces con ellos. Te preguntan cosas por correo electrónico, te saludan por whatsapp o comentan en tu página de Facebook. Tú, por otro lado, te contentas con responder a algunos de esos mensajes, los que consideras realmente importantes. Los introvertidos no necesariamente rechazan el contacto social, pero normalmente no son quienes lo inician.
5. No platicas “por pasar el rato”. Si estás en la fila para hacer un trámite en el banco, o en el autobús, o esperando tu turno para pagar en la caja, piensas y guardas esos pensamientos para ti. Sin embargo, eres blanco frecuente de las personas que aprovechan esas oportunidades para iniciar pequeñas charlas sobre el clima que se convierten en la narración de la vida entera de quien las inicia, con reflexiones filosóficas y demás. Para un introvertido, en cambio, el hecho de tener que pasar un rato esperando, callado, no representa necesariamente una pérdida de tiempo o aburrimiento, pues ¡siempre tienen tanto que organizar en sus cabezas!
¿Te has identificado con alguno/s de los puntos mencionados? Como puedes ver, muchas de estas conductas pueden ser llevadas a extremos opuestos y convertirte ya sea en el antisocial que nadie quiere toparse en la calle o en una especie de eremita al que todos respetan pero ninguno se atreve a abordar. Todos tenemos una dosis de extroversión e introversión; solo es cuestión de utilizar nuestras herramientas en el mejor momento y no dejarnos etiquetar como “lo uno” o “lo otro”.
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