Todo lo que sucede en el mundo a nuestro alrededor es una extensión de lo que sucede en cada uno de nosotros. Nuestras creencias individuales son parte de la conciencia colectiva del planeta. Mis pensamientos y sentimientos crean ondas de energía que se expanden fuera de mí. Otros sienten esa energía y la comparten. Mi conflicto interno contribuye al conflicto general, y mi paz permite que la paz aumente. Cada vez que aprovecho la oportunidad de sanar algo en mí, promuevo la curación del mundo.
Con esto en mente, elijo ser un canal para la paz. Con propósito comparto mi conciencia de la energía divina, permitiéndole que resplandezca de mí hacia lo externo, afianzando la realización de paz duradera.
Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos.—Romanos 12:18
ÉSTA ES LA HORA Y ÉSTE ES EL MOMENTO DE LIBERARME DE LA DUDA.
En el centro mismo de la preocupación está la duda. Si dudo que puedo lograr algo, puedo sugestionarme de que fallaré. La duda puede destruir aquello que realmente podría lograr.
Encuentro liberación de la preocupación en la quietud de la oración y meditación —teniendo presente quién soy como creación de Dios. Comienzo a reclamar mi libertad de la duda retirándome a un lugar callado que me invite a la calma.
Aquí, con confianza, acepto que con Dios, la fuente de todo bien, puedo lograr cualquier objetivo. Dirijo la energía que hubiera utilizado preocupándome para tomar acción positiva en asuntos diarios y monumentales. Ésta es la hora y éste es el momento de liberarme de la duda.
¿Quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?—Lucas 12:25
LA VERDAD ME PROTEGE DE LOS LÍMITES DE PENSAMIENTOS ERRÓNEOS.
Las condiciones del mundo y los mensajes a mi alrededor puede que me hagan sentir temeroso o amenazado. Aquí donde estoy, hago una pausa y respiro lentamente. Dirijo mi atención a las palabras de verdad que provienen de la mente divina. Afirmo: Yo soy sano y completo. Vivo en el fluir del amor divino, seguro y a salvo.
Siento calma porque ya no doy poder a los pensamientos que implican que soy menos que sano o que de algún modo me falta algo. Al reclamar el amor que soy, reconozco que la paz perfecta del Espíritu es la esencia misma de mi ser. Vivo con confianza, apoyado por las ideas de la Verdad. Los pensamientos erróneos del mundo a mi alrededor no limitan el éxito de mi trabajo ni las bendiciones que recibo.
Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda.—Salmo 28:7
La gracia de Dios es como un río que fluye —un manantial de luz, amor y abundancia— y que tiernamente me guía a lo largo de las circunstancias de la vida. No necesito preocuparme de por qué o cómo la gracia de Dios es revelada. Simplemente confío en que gracias a ella, tendré la comprensión, los recursos y las habilidades para hacer que cosas buenas sucedan en mi vida.
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano”. Estas palabras de Pablo a los corintios me recuerdan que puedo llevar una vida libre y abundante. Cualquiera que sea mi necesidad, o lo que me preocupe, puedo estar seguro de que la gracia divina me dará la respuesta. La gracia de Dios es más que suficiente para mí porque yo soy la actividad de Dios en expresión.
Por la gracia de Dios soy lo que soy.—1 Corintios 15:10