El temor puede ser una emoción paralizante. Puede evitar que lleve una vida mejor. Elijo vivir sin temor, darle la cara a cada obstáculo aparente con fe y valor.

Cuando enfrento experiencias difíciles, utilizo la fe y el valor internos. Al decidir hacer algo, aunque me parezca intimidante, profundizo mi fe. Así es cómo manifiesto grandeza —reconociendo que el poder del Espíritu en mí es más grande que cualquier desafío.

Al utilizar mis poderes internos de fe, amor y sabiduría, llevo la vida con una libertad de espíritu que me permite vivirla con audacia. A cambio, ¡soy bendecido! Al salir de mi zona de confort, conozco gente nueva, hago nuevos amigos y mi horizonte se amplía. Con un espíritu decidido, camino por la vida sin temor.

En la Carta a los Hebreos 11:1 leemos que la fe es “estar convencido de lo que no se ve”. A veces, estoy convencido de que lo mejor viene en camino mas tal vez otras, permito que mi imaginación cree visiones de aquello que no deseo experimentar. Incluso, puede que hasta dude si merezco el bien que deseo.

Al saber que mis pensamientos tienen poder creativo, exploro las creencias que están detrás de mis palabras. Deseo dar mi energía sólo a aquello que apoya la manifestación de mis metas, que edifica mi confianza y fortalece mi fe en mí mismo y en mis habilidades. La verdad es que estoy en Dios y Dios está en mí, a cada paso del camino. ¡Estoy listo, dispuesto y soy capaz de manifestar lo mejor en mi vida!