Cuando tomo decisiones cada día, algunas parecen no requerir mucha deliberación, mientras que otras son abrumadoras. El pensamiento más reconfortante que puedo mantener es que no estoy solo. Yo soy uno con Dios y uno con Su sabiduría. Expreso la luz divina en mí al tomar mis decisiones.
La luz que mora en mí es firme y constante; brilla como un faro de comprensión. La luz divina alumbra mi sendero e intuyo qué dirección tomar. Aun ante lo incierto, tengo fe en que la luz interior me llevará a mi bien.
Cuando dejo ir mis desafíos durante la oración, me abro a mi sabiduría interna y a la solución correcta. Sabiendo que tomo decisiones guiado por la luz de Dios, procedo con confianza y claridad.