Mi vida es una bendición que recibo de nuevo cada día. Hoy cuento todas mis bendiciones y me siento satisfecho por todo el bien que disfruto. Siento gratitud por la vida que anima mi cuerpo e inspira mi mente, y por el amor que llena mi corazón.

No existen bendiciones más grandes que estas. De ahí nacen todas las demás bendiciones. Siento gratitud por mi libre albedrío, gracias al cual puedo decidir cómo responder a los eventos, elegir lo que deseo aprender y determinar lo que quiero dar. Mis oportunidades son muchas y las aprovecho viviendo plenamente. Toda mi confianza permanece en Dios.

Al tener presente mis bendiciones abundantes, establezco la intención de usar mis dones y talentos para servir y bendecir las vidas de otros.

Doy gracias hoy por mis amigos. Ellos están entre los mayores regalos de mi vida. Son fuente de diversión en buenos tiempos y de apoyo en los difíciles. Mis amigos me aceptan como soy y su comprensión me apoya según cambio y crezco.

Los amigos llegan a ser familia. Los lazos que nos unen nos ayudan a darle sentido a la vida, con recuerdos que puedo atesorar y un futuro que sé que estará lleno de amor. Siendo afable, les dejo saber a mis amigos lo que significan para mí. Los apoyo cuando atraviesan por problemas y comparto su dolor cuando sufren.

Me deleito con sus alegrías y amo celebrar sus bendiciones. A través de todas las etapas de la vida, me mantengo confiable, presente y constante, como solo un amigo puede serlo.

Pocas cosas son tan reconfortantes como sentirse completamente seguro. Tener confianza significa que puedo estar tranquilo porque tendré el apoyo que necesite a lo largo del camino. Cuando confío, me siento capaz de lograr nuevas metas y tomar riesgos.

Sé que, aunque tropiece, contaré con la ayuda para levantarme de nuevo. Algunos familiares, maestros, colegas y amigos han fomentado mi confianza. Atesoro sus palabras de aliento. Su presencia me ayudó a crecer y a convertirme en la persona que soy hoy. Mas primeramente afianzo mi confianza en Dios —en mí y a mi alrededor—una Presencia constante y perdurable.

No me angustio por los cambios del mundo, confío en que Dios está conmigo siempre.

Encuentro el mayor consuelo cuando estoy consciente de mi unidad con Dios, la presencia perdurable de amor y paz. Completamente a tono con la Presencia divina, descubro nuevas fuerzas. Puedo seguir adelante después de una pérdida o un cambio inesperado.

La presencia reconfortante de Dios me rodea. Mi corazón se emociona por el canto de un pájaro o los colores brillantes del follaje. Encuentro sosiego en un arroyo burbujeante. Me deleito con los colores tenues del atardecer.

El amor de Dios toca la profundidad de mi corazón. Siento gratitud por las palabras y acciones compasivas y amables de quienes me brindan consuelo. En todas sus formas, el amor de Dios me consuela.

La vida es dinámica, siempre en movimiento, progresando y transformando. La vida que anima mi cuerpo y mi mente está siempre activa, alentándome a prosperar y a transformarme, a avanzar hacia la siguiente experiencia que profundizará mi comprensión de mí mismo.

Cuando estoy activo en cuerpo, mente y corazón, creo un espacio para una mayor experiencia de la vida y de Dios. Estoy abierto y receptivo a la energía divina que me rodea y que fluye en mí. Mi actividad aporta mi luz única al mundo. Con la actividad de mis manos, creo y sirvo. Mediante la actividad de mi mente, aprendo y comparto lo que he llegado a comprender. Por medio de la actividad de mi corazón, cuido de mí y de los demás; me conecto y amo.

Puede que otras personas busquen mi guía, apoyo o dirección. Ya sea como padre, miembro de un concejo, gerente, maestro, hermano mayor o simplemente alguien que apoya a su comunidad.

Aspiro hacer la diferencia mediante mi ejemplo. Hoy recuerdo a todos aquellos cuyo liderazgo me inspiró a ser una mejor persona. Cada uno aportó a mi vida de forma positiva. Me comprometo a vivir honrando su ejemplo. Jesús y otros líderes espirituales recibieron su inspiración de Dios. Siguiendo su ejemplo, tomo tiempo para estar atento al Espíritu en mí.

Dios es mi guía cuando apoyo a los demás, cuando oro y cuando ofrezco guía a otros. Dios es mi fortaleza siempre presente.

La paz del mundo comienza conmigo. Considero una responsabilidad sagrada responder pacíficamente a todas las personas y circunstancias. Me perdono por esos momentos cuando no he sido amable y, prontamente, regreso a la paz de Dios en mi corazón.

Yo soy una expresión viviente de Dios, así como lo es cada persona. Mi serenidad inspira paz donde quiera que voy y con todos a mi alrededor. Día a día, me uno a personas por doquier en un compromiso de ser una presencia de paz.

Doy gracias porque cada uno de nosotros mantiene una relación personal y única con Dios. La paz y la armonía se establecen en los seres, las familias, las comunidades y entre las naciones de todo el mundo.

Sonrío y finjo estar asustado cuando los niños del vecindario llegan a mi puerta disfrazados a pedir caramelos. Ellos disfrutan haciendo creer que asustan a otros con sus disfraces. Simular miedo es parte de la diversión.

Mas en la vida, puede que como respuesta a un desafío inesperado, sienta un miedo avasallador que perturbe mi bienestar emocional. Al primer indicio de inquietud, recuerdo que el poder protector de Dios está tan cerca como mi próximo pensamiento.

Digo “no” al miedo y “sí” a la fe. Mi confianza crece cuando practico estar en la Presencia. Reconozco el poder protector de Dios, así como Su amor y sabiduría. Dios me guía siempre en todo lo que hago.