Unos años recorridos de dulzuras y desdichas, pasajes desolados
al ver mi vida marchita. Hoy tengo ya ochenta cumplidos, con sabiduría y olvido, le doy gracias a Dios por poder todavía decirlo. Si me miro al espejo no recuerdo como era, cuando de niña me gustaba ir sola a la escuela. Solo queda en mi mente la mano tibia que añoro, la de mi madre, mi tesoro la que hoy todavía lloro. El beso que mi padre me daba todas las noches inolvidables momentos, los cuales están ahí, acariciando mis sueños y haciendo brotar mis lágrimas, al resonar como un eco cada beso de mis