SIEMBRA
Cuando de mí no quede
sino un árbol
cuando mis huesos
se hayan esparcido
bajo la tierra madre;
cuando de ti no quede
sino una rosa blanca
que se nutrió de aquello que tú fuiste
y haya zarpado ya
con mil brisas distintas
el aliento del beso
que hoy bebemos;
cuando ya nuestros nombres
sean sonido sin eco
dormidos en la sombra
de un olvido insondable;
tú seguirás viviendo
en la belleza de la rosa,
como yo en el follaje del árbol
y nuestro amor
en el murmullo de la brisa
¡Escúchame!
Yo aspiro a que vivamos
en las vibrantes
voces de la mañana.
Yo quiero perdurar junto contigo
en la savia profunda
de la humanidad:
en la risa del niño,
en la paz de los hombres.
en el amor sin lágrimas.
Por eso,
como habremos de darnos
a la rosa y al árbol,
a la tierra y al viento,
te pido que nos demos
al futuro del mundo...