HA CESADO EL CÁNTICO
Señor, sobre el monte de añejos Olivos
espera la noche del luto, del llanto,
telón negro alzado sobre el infinito
en la escena oscura, que es mudo presagio
de amapolas rojas, de néctar divino
por la sed del mundo que abrasa tus labios.
¡Terminó el banquete, ha cesado el cántico!.
Yo seré agua clara, perfumado bálsamo,
seguiré tus pasos en zarzas y espinos,
tendré tus heridas, tus rojos desgarros,
Tú me has hecho libre y me has elegido
entre los jarales y los jaramagos.
Subiré a la cima de fieros esbirros,
sembraré en su látigo flores de mi harapo.
Señor, Tú me dices: Cuando cante el gallo
negarás tres veces que me has conocido,
herirá al pastor flecha de sudario
y llevará el viento la voz de los címbalos.
Hasta que se cumplan latidos de cuarzo
contarán los péndulos horas de cilicio
y entonces seré cruz del santuario.
Emma-Margarita R. A.-Valdés