Cuando
el instante mismo se diluye en
su propia amargura y ya
no queda cielo
de qué color, nube a
qué rumbo, toda
la pena salta a la mirada, la
incertidumbre salta a la mirada, la
soledad sin nombre a la mirada, la
desnuda tristeza a la mirada, y el
asombro también, todo el asombro, el
cansancio del mundo, la agonía de
no saber por qué ni en qué camino estamos, llueve, llueve dolor
y más dolor en la mirada, ¡qué
preguntas sin fin, a qué la vida para
tanto morir, en la mirada! Se
inunda de neblina la mirada y no
encuentra sosiego ni respuesta a
tanto desamor que amarga el mundo.
Y
cuando el llanto llena los aljibes, se
deshojan los ojos... desbordados.
En
la mirada.
Antonio
Álvarez Álvarez
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