Pablo Neruda
Ya se fue la ciudad
Cómo marcha el reloj sin darse prisa con tal seguridad que se come los años: los días son pequeñas y pasajeras uvas, los meses se destiñen descolgados del tiempo.
Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado por la más inmutable artillería y de pronto nos queda sólo un año para irnos, un mes, un día, y llega la muerte al calendario.
Nadie pudo parar el agua que huye, no se detuvo con amor ni pensamiento, siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres, y nos mató su estrofa pasajera.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos, y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos, arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra, ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo y en la ciudad en donde no viviremos más se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
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