OTRA VEZ EL VERANO
El verano pone su color tranquilo sobre todas las cosas y las hojas; de nuevo alborota el viento a las muchachas, cierra los cuadernos y junta la tarde perezosa a las naranjas. Arena de luz la playa, tranquilo el mar, en paz el ave, solo el polvo arrastra su camisa a otro lugar. Hoy ha crecido el trigo mucho, está la sementera en mediodía: doble lámpara de sol y cereal.
Hoy pude ser feliz: pude tenderme a contemplar la página del cielo, pude oír removerse a las raíces discutiendo con el suelo su estatura, pude hablar con la brisa, haber entrado al mar que me rodea como una cintura, de qué buena gana me habría sometido al gobierno del ocio y sus racimos.
Pero estuve ocupado, no tengo tiempo porque sufro; el mundo nos preocupa; están matando todavía al infeliz, aún le rompen su arado al triste campesino, aún carbonizaron en la silla a los callados mártires sin culpa, de qué nos sirven el tabaco y la luna serena del estío si nos quitaron, como siempre, el trigo.
Para qué tanto sol, tanta abundancia torrencial, toda la vida planetaria, si nos golpea la injusta repartición, si la muerte baja del cielo a los extremos de la tierra, si la pobreza me aleja de las flores y la fiesta, si me obliga a estudiar cada día mis zapatos.
Nada es nuestro todavía, aquí todo es ajeno como en una posada y nos roban la luz en la boca de la mina, y la placidez de junio con su dulce cosecha que se va en las bodegas, y hasta la alegría de tenderme junto a ti escuchando la sangre, como en una guitarra, cantar bajo mi mano en tu cadera.
Sé que a pesar de todo este día volverá con su límpida hermosura, su vegetal en apogeo, su hora de sopor y de ternura. Volverá la estación con su signo de cobre, cuando seamos dueños de la vida y la tierra, cuando el agua nos traiga noticias y saludos del hermano. Y nos veremos el próximo verano, en mitad de un año circundado de uvas y de avena. Déjame, entonces, tocarte en el día desnudo, déjame hablarte en una ola del viento, déjame marcar en el corazón el sitio del encuentro en que nos hallarán cantando, pero no me dejes recordar entonces que aún hemos sufrido este verano.
Jorge Enrique Adoum
De “Relato del extranjero” 1955
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