Cambió mi vida para siempre en una tarde cálida de julio de 1967, cuando me eché un clavado a un lago de poca profundidad. Me fracturé la columna vertebral y quedé paralizada desde el cuello para abajo, sin poder usar mis manos y mis piernas. Traté de comprender esta terrible situación acostada en la cama del hospital. Les rogaba a mis amigos que me ayudaran a quitarme la vida. Quería que me cortaran las venas, me dieran una sobredosis de medicamentos, que hicieran ¡lo que fuera para sacarme de esta situación tan miserable!
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