En medio de la tormenta
Marcos 4.35-41
Después dijo Jesús a los discípulos: ¿Por qué están asustados?
¿Todavía no tienen fe?
EN agosto del 1992, el huracán Andrés afectó el sur del estado
de la Florida en los Estados Unidos.
Cuando la tormenta estaba en su mayor intensidad,
una de nuestras ventanas se rompió,
dejando entrar el viento y la lluvia.
Mientras trataba de cubrir la ventana,
podía escuchar otras rompiéndose.
Comprendí que era incapaz de proteger nuestra casa.
En ese momento, mi esposa dijo: «Vamos a protegernos nosotros».
Nuestra familia se refugió en el cuarto más seguro de la casa.
Me senté en el piso con mi espalda contra la puerta,
mientras la casa era azotada por los vientos y el agua entraba.
Pero algo sorprendente ocurrió. Cuando me di por vencido,
dejé de confiar en mí mismo
y deposité nuestra seguridad en las manos de Dios,
experimenté una paz tan especial que dormí
tranquilamente durante el resto de la tormenta.
Siempre que pienso en esa noche,
recuerdo cómo Jesús calmó la tormenta, al proclamar:
«¡Silencio! ¡Quédate quieto!» (Marcos 4.39).
Creo que él le estaba hablando no sólo al viento,
sino también a la tempestad y al temor en los corazones de sus discípulos.
A veces,
las tormentas más grandes ocurren en el interior.
Sr. Ronald P. Williamson (Tennessee)
Oración:
Maravilloso Dios, ayúdanos a confiar en tu amor y en tu poder,
de manera que podamos hallar paz.
Amén.
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