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Una de las cosas más tristes en esta vida es perder la fe, la autoestima, el valor, la confianza, el respeto y la seguridad en sí mismas, y no será difícil imaginar que miles de mujeres al perder a un amor, también pierden su falta de interés en continuar luchando por su crecimiento interior y su progreso íntimo.
Mujeres hay que después de una separación sentimental, se les apaga el motor de la vida, ya no tienen ganas de salir, de arreglarse, de tratar con otras personas, de volver a empezar desde cero radical y ni de levantarse…
Muchas mujeres prefieren quedarse aisladas, estancadas en su duelo prolongado por muchos días, o demasiados meses o años, muertas en vida, incapaces hasta el cansancio de tanto llorar, y el consuelo no les llega por ningún lado.
“No puedo olvidarlo”, “Me arrancó el corazón”, “No puedo amar a nadie más” “Me asesinó mis sentimientos” “pobrecita de mí, qué pasará ahora conmigo”, “Me voy a morir por amarlo tanto” “Siempre le seré fiel, aunque ya no vuelva conmigo” “Nunca voy a amar a nadie como lo amé y lo amo a él” etc. Y se aferran a esos recuerdos del ayer, como si fueran reliquias sagradas que no están dispuestas a renunciar y mucho menos permitir que alguien se las arrebate de sus manos y de su corazón.
En ese estado de necedad tan crítico, patético y patológico, la mujer va perdiendo trocitos de su vida en cada pensamiento, es como una especie de obsesión enfermiza, una droga que no le permite continuar si no es abrazada a esos recuerdos que duelen, ¡Pero a la mujer le gusta que le duelan, los disfruta y hasta la hacen sentir una mártir! ¿Pero dónde están los méritos? si lo único que hace la mujer es lamentarse, auto-compadecerse, limitarse, anularse, sintiéndose la mujer más miserable del mundo: “Me dejó por estúpida, por tonta, por fea, por pobre, por torpe, etc.” y va de vuelta la mujer con la misma canción de lamentaciones inútiles y yo me pregunto: ¿para qué conservar algo que no nos es útil para nada?
¿Cómo podría convencerse la mujer de sus propio valor? ¡Observemos qué lindos y delicados es! ¿Qué tendría que hacer para observar su real belleza que proyecta con tanto encanto angelical por dentro y por fuera? ¿Será que no se ha escuchado detenidamente y con mucha atención el eco maravilloso de su linda risa?
¡Observa mujer el eco de tu propia voz! Es cálida, tierna, pausada, con un tinte de timidez e inocencia y fíjate también en la forma que tienes de pestañear, has de cuenta que tus ojos son como dos luceros que emiten su luz tan natural y con divino embeleso, ¡sobre todo la mirada de una mujer enamorada! ¡observa tus manos!… tus manos son capaces de realizar los prodigios más gratos y de escribir las páginas más hermosas, profundas y exquisitas de supremo amor. ¡observa tu figura delicada! Luce femenina y bella frente al espejo cuando te has puesto el hermoso vestido o pantalón o blusa que tanto te gusta. Mira tu pelo sedoso, brillante, limpio y perfumado, es como cascada de cielo cayendo sobre tus hombros acariciando felizmente el contorno de tu espalda. ¡observa tus labios de púrpura encendida… tienen el color de la pasión!
Porque naciste para ser pasión mujer… ¡Para ser amor! y nadie que te haga llorar merece ni una sola de tus lágrimas, porque a la mujer no se le lastima ni con el pétalo de una rosa. Anda, ¡Levántate amazona guerrera!, levanta muy en alto la antorcha de la paz, muestra al mundo el escudo de tu fe y avanza con paso decidido ¿Para qué pierdes tu valioso tiempo pensando en esa persona que se atrevió a humillarte, a maltratarte y no supo respetarte ni valorarte? ¿Para qué darle tanta importancia, tanta pleitesía y tanto poder a quien ya te demostró hasta la saciedad lo poco que vale?
¿Quieres recuperar tu autoestima perdida? Empieza por cambiar de actitud; tú eres una mujer valiosa, una persona que merece respeto, que merece consideración, que merece un trato digno, que merece ser escuchada, respetada y valorada en todo sentido, si allí donde tú estás, no recibes estos dones, es porque alguien está en el lugar equivocado y ese alguien no eres tú ¡Debes entenderlo!, tú no tienes ninguna necesidad de bajar la vista ante nadie, ni de sentirte inferior ante cualquiera, porque cualquiera que tú conozcas, también va al baño, se cepilla y se lava los dientes, igual que tú y yo ¿de acuerdo? ¡no hay tal superioridad! y menos si alguien cobardemente trata de imponértela, levanta la cara y atrévete a decirle: “Lo siento querido, pero tus derechos terminan, donde comienzan los míos”, verás que se quedará pensando y tú… ¡Habrás ganado la batalla! y de paso… ¡habrás subido gloriosamente tu autoestima!
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MIGDALIA
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