JESUCRISTO NOS REDIMIÓ PARA DIOS. Apoc. 5:9
Este hecho nos hace pertenecer al mismo pueblo. Todas estábamos perdidas en el pecado. "No hay justo, ni aun uno", nos enseña la Palabra en Rom. 3:10. Por lo tanto, todas las mujeres que llegamos a pertenecer a la iglesia tuvimos que reconocer que somos pecadoras y que necesitábamos que Dios perdonara nuestros pecados por medio de nuestro Jesucristo.
Es posible que humanamente hablando hallan diferencias culturales, sociales, intelectuales, familiares, económicas y de otra índole, pero hay que recordar que para Dios, todas somos iguales.
Todas necesitamos la misma fe en Cristo, el mismo arrepentimiento y la misma salvación.
Permanecer unidas glorifica al Señor,
y es lo que El mismo rogó al Padre
Que sean uno como tu y yo!
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