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General: Una vida c. y c. en busca del camino. Parte 10
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Fidelidad a Jesùs  (Mensaje original) Enviado: 07/07/2009 17:47

10

En varias ocasiones acompañabamos a mi tío a cazar codornices con su escopeta a las faldas de un cerro que se le conoce como Cerro Pizarro, el cual es muy alto y coronado por tres puntas y cubierto de matorrales y uno que otro árbol parecidos a las palmeras, y, ¿ qué creen? ¡ Víboras de cascabel !, de repente, que me sale una y que le disparo con el riflito cal. 22 y al primer disparo que le vuelo su cabeza, mismo que lo hice porque la viborita quería insertar sus terroríficos colmillos en mi preciosa pierna, y, pues no tuve mas remedio que disparar para luego quitarle el cascabel como recuerdo.

Hubo tantas y tantas experiencias, bellas todas, que sería imposible recordarlas cada una por su semejanza entre ellas, como esa en que al cabalgar entre las calles ( veredas ) del pueblo, nos salía el talento de actores y cantantes y empezabamos a sentirnos cada uno como el artísta y cantante con el que nos identificábamos, yo por lo menos me sentía el auténtico Aguila Negra, un personaje de película y al mismo tiempo el tìtulo de una canción ranchera muy popular en esos tiempos, y allí ibamos, cante que cante por todas las veredas por las que transitàbamos.

O como la vez en que andábamos cabalgando los tres García, y al momento de saltar sobre unos magueyes y nopales que estaban al costado del camino, ¡zas! que se cae Manuel sobre una nopalera con las consecuencias que se podrán imaginar, claro que todo esto sucedió después de lo que a continuación les platico.

Después de llegar al pueblo para irnos a México, llegó la noche, y Pancho y yo nos fuimos a descansar para que al otro día fuéramos a recoger a Manuel a la estación del tren porque él no conocía la casa de mis tíos. Al otro día muy temprano, soportando ese frío seco y tremendo de la mañana en el pueblo, Pancho y yo nos disponíamos a desayunar rico y calientito, cuando de repente, escuchamos el aguerrido silbido con el cual comunicábamos nuestra presencia a cualquiera de los tres flecheros; Nos sorprendió sobremanera que en ese pueblito hubiera alguien que también se comunicara con ese chiflido que era como una clave, y de repente me dice Pancho, ¿ no será Manuel ?, y yo le contesté que cómo creía eso, si el tren que venía de Xalapa con destino a Tepeyahualco llegaba hasta las once y media de la mañana y apenas eran como las siete y media u ocho de la mañana, por lo que se me hacía incongruente que el que chiflara fuera Manuel, entonces curiosos salimos a ver de quien se trataba y, grande fue nuestra sorpresa cuando vimos a un chico tembloroso y con los labios partidos y sangrantes por el frío a pesar de venir bien "enchamarrado" y con un gorro de estambre sobre su cabeza, ¿ y qué creen? ¡ era el mismísimo Manuel ! al qué - después de reírnos a mandíbula batiente al verlo en ese estado lo invitamos a pasar a la casa de mi tío para que se calentara un poco y desayunara con nosotros, ¡y he aquí lo que le sucedió!

Resulta que cuando nuestro cuate se quedó en Xalapa para conseguir unos billetes que nos permitieran sobrevivir unos días en México en lo que nos hacíamos famosos, la única forma que se le ocurrió para conseguir ese dinero, fue bajándoselo a su papá, y como sintió temor de que él, (su papá), se diera cuenta antes de tiempo, se le hizo fácil tomar el expresso ( el tren ) de la tarde y llegar mas o menos a las dos de la madrugada a tepeyahualco y ahí esperar en la estaciòn a que amaneciera para reunirse con nosotros, pero resulta que el jóvenazo, con su conciencia limpia, se durmió profundamente, tan profundamente que sólo despertó cuando el conductor ( así se le llama al que recoje los boletos en el tren y anuncia cada parada del mismo), dijo ¡ Totalco ! y Manuel al despertar en ese momento creyó que dijo ¡Tepeyahualco ! y que se baja en Totalco, de madrugada, con un frío espantoso y a dos paradas antes del pueblo; pa’su mecha, y ¿ ahora ?, se preguntó, afortunadamente un campesino que se encontraba por ahí de casualidad, le indicó cuan lejos quedaba el pueblo que buscaba y que la única forma de llegar a él sin perderse, era seguir las vías del tren hasta ese lugar, pero que también era peligroso por los coyotes que rondaban la vía. Nuestro cuate se tronaba los dedos de preocupación, y de repente, el campesino le dijo: yo voy pa’llá si queres puedes venirte conmigo, ¡ha que campesino travieso!, bueno pues Manuel así lo hizo y empezó a caminar a su lado por cinco o seis horas en medio de la oscuridad y soportando con estoicismo el tremendo frío de la madrugada, hasta que llegó al pueblo y se puso a chiflar como loco y con tremenda dificultad, hasta que nos halló, y al conocer Pancho y yo las peripecias por las que pasó, nos volvimos a desternillar de risa al verlo compungido y enojado por la tremenda aventura que pasó por su descuido.

D. R. Josè Luis HC.



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De: MACBELU Enviado: 07/07/2009 17:54

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