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CÓMO CRECER EMOCIONALMENTE |
Hay muchas mujeres que están estancadas en sus emociones, que padecen por largos años depresión o tristeza. La persona que se estanca en una emoción no puede seguir creciendo, está como encarcelada, dominada por la emoción que no le permite pensar positivamente. |
Al analizar la vida de Pedro vemos que era un hombre inestable emocionalmente, y por eso permanecía al lado de Jesús, que era un hombre fuerte, a quien todos escuchaban, que para todo tenía una respuesta, que bendecía, hacía milagros. Pero, cuando se encontró con un Jesús que era despreciado, vapuleado, abofeteado, latigado, enjuiciado, todas las fuerzas y coraje de Pedro se fueron a pique, ya que él se sentía fuerte al lado de quien sacaba su fortaleza, y empezó a debilitarse cuando vio que maltrataban a Jesús. Aunque Pedro siempre fue inestable veremos que, por todo ese proceso, se transformará en un hombre maduro.
Según investigaciones, se sostiene que el ser humano del futuro será muy capaz de dar respuestas lógicas a los problemas pero incapaz de que esas respuestas sean prácticas, le costará mucho superar los desafíos emocionales, lidiar con sus dolores y protegerse emocionalmente, por eso se expondrá, cada vez más, a las enfermedades síquicas o sicosomáticas.
La depresión, los trastornos de ansiedad y las enfermedades sicosomáticas ocupan el primer lugar en este siglo. Estadísticamente somos más inteligentes, más trabajadores, tenemos más disposición, logramos todo más rápidamente, sin embargo, no podemos responder a nuestras crisis emocionales.
Por encuestas realizadas, se llegó a la conclusión de que las sociedades de hoy se componen por seres humanos que no saben disfrutar de la vida, que no pueden levantarse cada mañana honrando la vida, que no saben valorar el día y agradecer el estar vivos y permanecen encarcelados por las emociones negativas que los oprimen y no les permite valorar lo que está por delante. Cada día tenemos una nueva oportunidad de hacer lo nuevo, agradezcamos por eso.
Para salir de la cárcel de las emociones, debemos:
Madurar.
La madurez requiere de un proceso que no es rápido, debemos aprender a aceptar que el tiempo pasa y transcurrirlo. A veces no tenemos paciencia con nosotras mismas, queremos ser maduras “ya”, salir de la circunstancia “ya”, y no aceptamos el proceso ni valoramos lo que nos ocurre en él.
Si tuvieras que hacer fuego, ¿qué utilizarías leña o semillas? Lo natural y lógico es usar leña, sin embargo Jesús usó semillas cada vez que quiso hacer fuego en la vida de una persona. Cuando Jesús quiere lograr algo en tu vida, encenderá la pasión sembrando una semilla en tu mente, con una idea que te transforme y esperará a que crezca, que se haga árbol, que dé más semillas y vuelvan a ser sembradas, ese es el proceso. Luego esas semillas vuelven a dar árboles de los cuales sacamos leña para hacer más fuego.
Para crecer y madurar hay que meterse en el proceso de Dios: semillas de libertad, de independencia, de autoestima, sembradas en la mente, en el espíritu, en el corazón y que empiecen a echar raíces.
Antes de mirar las ramas y las hojas, Dios mira si hay raíces. Decimos: “No veo crecimiento, ni resultados, ni madurez”, y Dios no mira lo externo, Él siempre sembrará semillas en la mente porque es el más interesado en que maduremos. Dios ve en qué área estamos flojas y nos dice: “Empezá a trabajar allí.”
Cuando queremos cambios en la mente tenemos que pedir proceso, no milagros, porque hay semillas sembradas.
Por ejemplo: “Quiero cambiar “ya”; que Dios me saque de la depresión de un día para el otro.” Y Dios no hará ese milagro específicamente sino te meterá en el proceso de transformarte de “niña a mujer”, sacar tu mentalidad de nena para llevarte a la de una mujer madura.
¿Cómo es la mente de una mujer niña?
La niña vive jugando en el mundo de la fantasía y cree que está viviendo en un mundo real, es la que siempre quiere tener lo que tiene la otra: “me gustaría tener el pelo de aquella”, “el cuerpo de la otra”, “los dones de la de más allá”, “el marido de tal”. Son mujeres inseguras que preguntan todo el tiempo: “me querés o no me querés”, “me amás o no me amás”, “¿por qué la pastora eligió a aquella y no a mí?”, “¿por qué la líder le dijo eso a esa discípula y a mí no me lo dijo?” Son mujeres que no quieren entrar en el proceso de Dios pero, para madurar, será necesario. Se enojan cuando no se les da lo que quieren y se van de la iglesia y viven haciéndole piquetes a Dios, dejan la barca, no ofrendan, ni adoran, dejan de asistir a los cultos, porque son mujeres infantiles que “juegan a hacer cosas” pero no producen nada, le echándole la culpa a otros todo el tiempo y ponen excusas: “a mi no me dicen”, “nunca me dan la oportunidad”, “nunca dan lugar a mi proyecto” (y si Dios te lo dio es para que lo hagas vos, no otro).
¿Cómo piensa una mujer adolescente?
La adolescente se mueve por conveniencia, dice: “Yo haré esto pero si me reconocen o aplauden”. Siempre buscan reconocimiento, tratan de ser vistas, como el adolescente que, cuando el padre le pide que le lave el auto, le pide algo a cambio. Siempre tienen un “sí, pero…” porque su imagen ante los demás es muy importante.
La mujer a la que no le interesa la imagen es la que reconoce que Dios quiere sanarla y hacer algo en su vida, sacarla del lugar donde está para lograr sus sueños; y ya no será una mujer dividida, porque no tiene que mentir ni mostrar una doble fachada.
La mente adolescente siempre muestra una doble fachada “que nadie se entere en la iglesia de…”, “que nadie sepa que…”, “no le digas a nadie cómo vivimos…”, porque tiene la necesidad de mostrar una imagen que no es real; quiere crecer y a la vez estar tomada de lo infantil, un día está bien quiere ser un líder de excelencia y a la semana siguiente desapareció, no es niña ni adulta. Dios validará la disposición de tu corazón y bendecirá tu vida cuando seas íntegra.
¿Cómo procede una mujer madura mentalmente?
Madurez no es perfección, la perfección es inalcanzable, por eso una mujer madura no es perfecta. Hay mujeres que dicen: “nunca seré madura… ¡me falta tanto!, tengo muchos problemas”, “no puedo ser líder porque hay que ser perfecta, estar sana y cómo voy ayudar a alguien si estoy re- mal”.
Una mujer madura es:
-La que tiene espíritu enseñable. Está abierta a crecer, a aprender cada vez más, sabe que le falta mucho por conquistar, que tiene áreas para corregir, que puede ser mejor y que Dios tiene planificada mayores bendiciones. -La que hace lo que otras no hacen. En vez de mirar la telenovela busca una experiencia espiritual; la semilla que Dios sembrará en su mente, la hará crecer y madurar, y mientras otra está durmiendo ella estudia para crecer, no tiene una vida mediocre, no se queda a mitad de camino, busca nuevas experiencias en Dios, va hacia lo grande.
Madurez es la habilidad de reconocer nuestra identidad en Dios y ni el éxito, talento o habilidad de otros impedirá alcanzar lo que anhela.
-La que ve el éxito de otra mujer como un anticipo de su propio éxito. Hay mujeres que dicen “vaya a saber cómo hizo “esa” para lograrlo” y miran para criticar. La mujer madura no critica sino investiga, se transforma en una investigadora de las mujeres de éxito: ¿cómo lograron eso?, ¿cómo logró su posición económica?, ¿cómo hizo para tener éxito en su familia? Mira, no para criticar y rebajar porque se siente insegura sino para aprender, adquirir lo que le sirve y desechar lo que no. El éxito de la otra está anunciando mi propio éxito, es un modelo y sin importar su carácter.
-La que da a conocer lo que sabe y no se lo guarda. No dice: “Esto es mío, no te voy a decir cómo lo logré, ni cómo llevar la empresa adelante”, “yo me maté para alcanzarlo así que aprendelo con tu propia experiencia”, la inmadura es la que no quiere dar nada y guarda todo para sí. La mujer madura enseña cómo lo hizo, ayuda, bendice, acompaña, porque sabe que nadie se lo quitará, todo es dado por Dios, es una semilla que tiene raíces y si alguien se lo quitara volverá a crecer.
En el Salmo 1 dice “Somos como árboles plantados junto a corrientes de agua”.
A un árbol que está plantado, igualmente se le mueven las hojas y las ramas para un lado y para el otro con el viento, o sea que las circunstancias podrán moverte para un lado u otro pero las raíces profundas son las que te mantienen plantada en un buen lugar.
-La que entiende lo mejor de sí misma. Cuando lleguemos a entendernos a nosotras mismas ya no viviremos la vida por encima sino investigaremos qué es lo que nos pasa, por qué no podemos salir de esa situación ni transformar la crisis, por qué siempre volvemos al mismo punto. Al entenderlo liberamos misericordia porque Dios es misericordioso. Cuando ganamos las batallas hay una autoridad superior que se posa en el área conquistada, y la mujer madura es la que liberó batallas que otra no liberó, por lo tanto posee una nueva autoridad. Debemos honrar la vida. Madura es la mujer que ya no se mueve por “lo correcto o lo incorrecto”, “lo bueno o lo malo”, sino quien honra la capacidad de pensar que Dios le dio. ¿Por qué debo hacer lo que me dicen si Dios me dio capacidad para pensar? Es algo que me corresponde y usaré, que determinaré por mí misma si es bueno o malo, si me conviene o no, si está bien o mal y no porque alguien me lo dijo o lo haya aprendido teóricamente, lo creí y lo practico ciegamente sino porque honro la capacidad que Dios puso en mí de tomar las circunstancias, pensar y decidir. No decido por los demás.
-La que no transforma las cucarachas en dinosaurios. Es la que no hace de lo pequeño algo grande, no exagera los problemas. La inmadurez hace que hagamos crecer lo pequeño cuando en realidad tendría que desaparecer; transformá ese problema en nada porque tu Dios es grande y poderoso.
-La que exhala un perfume emocional que atrae a otros. La mujer madura es la que dice: “tengo que seguir creciendo, hay algo que debo corregir, aprender, tengo la fuerza, la capacidad y sé que Dios me acompaña, no me detendré aunque me cueste y tenga el viento de un lado y de otro, tengo raíces profundas y estoy parada sobre la roca firme que es Cristo, no sobre cualquier lugar. Y aunque me corten las ramas, las hojas y mi imagen se vaya para cualquier lado, por las raíces sé donde estoy parado y tendré la victoria.
-La que sabe que a veces es maestra y otras alumna. Debemos discernir en qué momento tenemos que dar lo que sabemos y cuando aprender. Hay un tiempo de aprender y de dar a la vez, eso es madurez emocional. Debemos aceptar y pasar por los procesos de Dios. Hoy todo es rápido, nos dan un medicamento para que salgamos rápido de la enfermedad, de un día para el otro, y a veces no nos permiten pasar por el proceso. Dios dice: “Yo sembré semilla en tu vida, y tomará su tiempo para crecer; unas crecerán más rápido, otras más lentamente pero todas echarán raíces, extenderán sus ramas y darán el mejor fruto”.
ALEJANDRA STAMATEAS
MIGDALIA
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