Adiós muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos. Me toca a mi hoy emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada. Adiós muchachos. Ya me voy y me resigno... Contra el destino nadie la talla... Se terminaron para mi todas las farras, mi cuerpo enfermo no resiste más... Acuden a mi mente recuerdos de otros tiempos, de los bellos momentos que antaño disfrute, cerquita de mi madre, santa viejita, y de mi noviecita que tanto idolatre. Se acuerdan que era hermosa, mas bella que una diosa y que, ebrio yo de amor, le di mi corazón? Mas el Señor, celoso de sus encantos, hundiéndome en el llanto, me la llevo. Es Dios el juez supremo. No hay quien se le resista. Ya estoy acostumbrado su ley a respetar, pues mi vida deshizo con sus mandatos llevándome a mi madre y a mi novia también. Dos lagrimas sinceras derramo en mi partida por la barra querida que nunca me olvido. Y al darle, mis amigos, el adiós postrero, les doy con toda mi alma, mi bendición.
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