LA VERDADERA LIMITACIÓN
¡Qué fácil es descubrir y señalar en el otro su imperfección! Quizás para hacerlo sentir menos y sentirnos superior. Llamamos ciegos a los que no logran ver de cada cosa su color; sordos a los que no escuchan los sonidos que adornan la creación; mudos a quienes no pronuncian palabras con su propia voz; y así, se resalta la discapacidad física que en el fondo realmente no es primordial; porque es más dura la limitación que puede existir en nuestro interior cuando no luchamos por descubrir y hacer realidad en nosotros el sueño de Dios.
Hay quienes teniendo ojos, no saben ver más allá; se limitan a mirar sólo las apariencias. Se encuentran enceguecidos, para ellos es invisible lo esencial.
Se pierden de vivir ese misterio tan maravilloso que es el contemplar y así descubrir la sonrisa de Dios en todo lo que nos ha de rodear. Otros no consiguen pronunciar palabras que expresen amor y amistad; frases que alaben, bendigan, construyan y den vida. Creen que porque hablan demasiado lo que dicen permanece; lo que no saben es que en medio de su bla, bla, bla, nada prevalece, el viento rápidamente todo se lo ha de llevar.
Están los que se empecinan a escuchar lo que les conviene o lo que consideran primordial; le ponen a todo demasiada razón o corazón; no alcanzan el equilibrio que debe haber para dar el paso correcto que en determinado momento se debería dar. Hay paralíticos que se estancan en el tiempo o en alguna fuerte emoción ya sea de alegría o de dolor. Otros prefieren no avanzar porque se sienten acomodados y eligen no tenerse que esforzar, para así no sufrir ni arriesgar.
Existe la limitación que impide abrir el corazón y permitirse dar o recibir amor; también la incapacidad de ofrecer o pedir perdón; está la inhabilidad de entender y asombrarse con cada detalle maravilloso que a diario nos regala Dios revelándonos en ellos su proyecto de salvación; y que decir de la imposibilidad que tienen muchos de luchar, continuar, soñar, reír y cantar en paz, conservando la fe y la esperanza aún en medio de la adversidad.
Son realmente limitados los que no saben soñar y más aún los que sin conocerse a sí mismos, no reconocen su limitación, creyéndose seres perfectos, ignorando su verdadero valor; porque la grandeza del ser humano está en saber sumergirse en su propia humanidad y apreciar en ella el toque de la perfección de Dios.
"He ahí el milagro".
Fondo Estrellita
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