SANIDAD
Estar sano es estar limpio, estar saludable, sin padecimientos físicos ni espirituales. La salud del cuerpo viene del alma porque en la medida que nuestra alma está sana, sin aflicciones, viene nuestra sanidad, de adentro hacia fuera.
Pero al cuerpo físico hay que darle mantenimiento. Recordemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y que vana cosa hacemos si no lo cuidamos y lo mantenemos libre de contaminación, de alimentos peligrosos, de hacer cosas que afectan el “templo”, de ir a lugares que el Señor no ha puesto en nuestro camino sino que acudimos ya sea por curiosidad o porque pensamos que al tener la Armadura de Dios, podemos hacer lo que se nos antoja. No sabéis que sois templo de Dios? Y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios el cual sois vosotros, santo es.1Co 3.16-17
Descuidar nuestro cuerpo es desobedecer a Dios ya que al dañar la preciosa obra del Creador, es tener en poca estima su creación.
Hermanos, no perdamos nuestra sanidad al no cumplir con las ordenanzas de nuestro Padre Celestial. El Salmo 103:1 nos dice: - Bendice alma mía a Jehová y bendiga todo mi ser su Santo Nombre- Bendecir y alabar el nombre de Dios constantemente y ser obediente a sus estatutos son algunas de las condiciones fundamentales para mantener y obtener la sanidad del cuerpo y del alma.
Muchas veces nuestra dolencias físicas son consecuencia del alma enferma, atribulada, rechazada, acomplejada, llena de maldiciones, odio, rencor, incapaz de perdonar y pedir perdón; llevando yugos y cadenas por mucho tiempo. Todo esto se refleja en el cuerpo físico y contra esto no hay consejo ni medico en la tierra que lo pueda curar. Pero ante tanta transgresión e iniquidad tenemos a Jesús de Nazaret quien derramó su sangre y su alma en la cruz del calvario por nosotros. Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí; sana mi alma porque contra ti he pecado. Sal 41:4.
Es necesario que nos postremos ante nuestro Creador y tengamos una comunión íntima con él; que desnudemos nuestra alma, mente, corazón y cuerpo y le confesemos nuestros mas íntimos secretos y nos despojemos de toda esa inmundicia y le pidamos que nos revele nuestros pecados ocultos para arrepentirnos de ellos y poder estar en santidad, sanado y santificado para el Rey de Reyes. Examíname, Oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. Sal 139: 23-24
Guárdame oh Dios porque en ti he confiado.
Oh alma mía, dijiste a Jehová:
Tu eres mi Señor;
no hay para mi bien fuera de ti.
Sal 16:1