En ocasiones somos tan torpes que forzamos los momentos de caricias, cuando en realidad deben salir del fondo de nosotros mismos. El simple hecho de sentir que nuestras manos viajan sin obligarlas, es un gesto que nos revela sentimientos, sensaciones placenteras. Sentir cariño.
Cuando acariciamos hablamos sin escuchar, escuchamos sin oir y actuamos sin mirar. Acariciamos con los ojos, cuando no podemos con las manos, paseamos los caminos de algunos cuerpos descalzos. La mente también acaricia, a veces con poesía, otras con recuerdos. Una sonrisa es una caricia. Posar nuestras manos en el rostro de alguien es entregarle nuestra confianza.
Por las tardes, acaricia el recuerdo del pasado. Nuestros cuerpos están diseñados para ser acariciados, el tacto se convierte en nuestro mejor aliado. La piel del pecho de uno sobre la espalda del otro, esas cosquillas que sentimos cuando unos brazos rodean nuestro cuerpo, se siente cobijo, se siente confianza, calidez.
Acariciar es hacer cariño, acaricia a quien ames, nunca dejes de hacerlo, con las manos, con los ojos, acaricia con el alma, con la sonrisa, con tu piel, acaricia....
Calla y simplemente acaricia.
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