HIJOS DE DIOS
Mas a todos los que le recibieron a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios S. Juan 1:12 Es muy fácil encontrar personas que están confundidas en cuanto a lo que significa ser un Hijo de Dios. Algunos creen que porque somos creación de Dios somos Hijos de Dios. Quiero decirte que si piensas así, estas equivocado y en un serio peligro. Otros piensan que por concurrir a una determinada iglesia o porque sus padres son cristianos, ellos son hijos de Dios esto no es así. Dios nos da las condiciones para ser Hijos de Dios, El es quién impone las reglas.
La regla fundamental es recibir a Jesucristo en nuestra vida. Sabiendo que nuestros pecados nos condenan por la eternidad al infierno con Satanás y confiando que sus sufrimientos en la cruz, fueron suficientes para satisfacer las demandas de Dios que decía: "sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados". Era la ley, había que cumplirla, porque Dios es un juez justo.
Sin embargo, porque el sabía que nosotros no podíamos salvarnos a nosotros mismos, mandó a Su propio Hijo el Señor Jesús a ocupar nuestro lugar y morir en la cruz del Calvario, llevando nuestros pecados y nuestra condenación. El creer en esto, el confiar en la obra de Cristo en la Cruz del Calvario, produce en nosotros, el arrepentimiento de nuestros pecados, que entendemos por convicción del Espíritu Santo, San Juan 16:8-11, le recibimos en nuestro corazón como nuestro Salvador Personal y El nos da la Potestad, (que es poder con Autoridad) de ser hechos Hijos de Dios.
¡Que experiencia maravillosa!. Su Palabra nos da seguridad del perdón, y el perdón nos llena el corazón de auténtica paz y esta paz genera alegría en nuestro ser, que queremos compartir con los demás. ¡Esta es una experiencia incomparable!, nadie la puede describir con exactitud, pero allí esta, en nuestro corazón. Lo que sigue es el aprendizaje de la nueva vida en Cristo en la experiencia de cambios reales producidos por el ejercicio de nuestra voluntad y el poder del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas.
¡Señor ayúdame a ver estos cambios en mí cada día!
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