En vez de encontrar faltas en otros examinémonos
a nosotros mismos.
La pregunta de cada uno de nosotros debiera ser:
¿Es recto mi corazón delante de Dios?
¿Glorificará a mi Padre celestial este proceder?
Si hemos fomentado un mal espíritu, desterrémoslo del alma.
Nuestro deber es desarraigar del corazón todo lo que contamine;
debiera arrancarse cada raíz de amargura, para que otros no se
contaminen con su perniciosa influencia.
No permitamos que quede en el terreno del corazón ninguna
planta venenosa. Arranquémosla en esta misma hora,
y plantemos en su lugar la planta del amor.
Entronícese a Jesús en el alma.
Cristo es nuestro ejemplo. El fue haciendo bienes.
Vivió para bendecir a otros. El amor embelleció y ennobleció
todas sus acciones, y se nos ordena que sigamos sus pisadas
Bendiciones para ti.
Con amor siempre tu amiga.