El mundo en el que vivimos hoy en día ha adoptado como forma de comunicación la agresión. Basta con salir a la calle ya sea en carro o caminando, con encender el televisor, con escuchar las noticias y ver cómo muchas personas tienden a tratar de “resolver” sus conflictos mediante la fuerza.
Los índices de violencia intrafamiliar no solo es que han subido; es que ahora la mujer también se atreve a denunciar o quienes están alrededor de una situación de este tipo deciden no callar.
Esto no solo nos afecta a nosotros los adultos, les afecta a nuestros niños y niñas que nacen con necesidades de amor, cuidado y afecto.
En lo particular, yo no puedo creer que una persona nazca mala. Dios es perfecto y su obra es perfecta. Creo que la desobediencia a Él , la influencia del medio y de pronto las características de personalidad que se van formando pueden hacer que una persona realice actos violentos.
En una de las entregas anteriores mencionaba por ejemplo el caso de niños que son privados de una relación sana materna o paterna, quienes crecen creyendo que el mundo debe suplir sus carencias a cualquier costo.
La factura de la enfermedad social la están pagando nuestros niños y niñas. Hoy más que antes, hay denuncias en los centros educativos por estudiantes que agraden a otros. Lo he visto desde la etapa preescolar hasta los adolescentes de la secundaria.
¿Cuál entonces es el papel de la familia?
La familia es el núcleo central. Es el motor principal. Si a este motor se le trata de manera preventiva y se le cuida, puede durar por mucho tiempo y ser una buena fuerza de empuje.
Las conductas de los niños siempre reflejan alguna situación familiar. Si en a casa no hay golpes ni arañazos, pero hay un niño(a) agresivo (a) es porque algo sucede.
La agresividad en los niños no debe solo asociarse a la conducta física. Muchos padres y madres asombrados dicen, – “No sabemos por que es tan agresivo, si en la casa él/ella no ve nada de eso”
Quiero contarle que existen otras situaciones familiares que pueden desencadenar una conducta agresiva en los/las niños/as.
• Relaciones muy marcadas por rivalidad fraterna: hijos que resienten diferencias de trato de parte de los padres a los hermanos(as).
• Relaciones de pareja marcadas por control y dominancia.
• Desconfirmación de alguno de los miembros de la familia: sea el niño que lo vive en carne propia, o que ve como papá desconfirma constantemente a mamá, o viceversa.
• Reclamos afectivos no expresos o demanda de atención a uno o ambos padres. Lastimosamente, solo la encuentran agrediendo a otros.
• Familias que tienen miembros con tendencias explosivas: que dan miedo cuando se enojan porque aunque no pegan, tiran cosas, gritan, insultan….
A un niño (a) que muestra una conducta agresiva no basta con decirle que ya no pegue más o con premiarlo por cada ves que no lleve el mensaje de que agredió a alguien. Eso sería como poner un pedazo de cinta adhesiva a un hueco en un tubo; cada vez que alguien abra la llave todo se va a derramar; o sea, cada vez que alguna situación le moleste va a volver a agredir.
Lo ideal entonces sería trabajar en tratar de llegar al fondo de su ira, de su dolor, de su resentimiento.
Lo ideal sería analizar que situaciones familiares podrían de alguna manera estar generando estas crisis de enojo y agresividad.
Siempre insisto en que uno de los síntomas que menos se debe pasar por alto en los niños y en las niñas es la agresividad. De pequeños se puede solucionar, de adultos estas conductas se pueden asociar a la larga con rasgos sádicos y perversos de la personalidad. No caiga en el error de simplificar la conducta y mucho menos de justificarla o colocarle en el lugar de víctima.
Es importante que preste atención y trate de buscar ayuda oportuna. Pida a Dios discernimiento y fortaleza para trabajar con su familia.
Hasta entonces!!!!!