MATEO  7: 21-29.

Objetivo: Mostrar que junto con otros títulos que no hablan de la misericordia de Dios, a Jesús se lo llama Señor, y que reconocerlo así implica entregarle la totalidad de la vida.

1- los títulos y designaciones que recibió Jesús nos presentan también su tarea.
Algunos son más conocidos que otros, porque también algunos aspectos de su misión son más resaltados que otros. Sin embargo considerar atentamente el mensaje bíblico acerca de Jesús nos hace que nos confrontemos con Él en toda su dimensión de Dios con nosotros.
No podemos elegir algunos aspectos que nos convienen acerca de la figura de Jesús. No podemos poner nuestros criterios acerca de lo que queremos que sea Jesús. No podemos separar su amor de sus demandas. Cuando lo hacemos estamos haciendo de Jesús un amuleto que nos sirva a nuestras necesidades y comodidades.
Señor: Título que se aplica a Jesús y que viene del AT, Adonai. Quien adora a Dios lo reconoce como Señor de toda la vida: de mi persona, de la comunidad y de la creación.
En la época del NT era el título aplicado al emperador, y fue la primer confesión de fe cristiana. Al cristiano cuando era tomado preso se le preguntaba: Quién es el Señor? Si su respuesta era Jesucristo es el Señor ya no se precisaban más argumentos para encarcelarlo. Los demás reconocían al Cesar como el Señor.

Jesús es el Señor de la naturaleza.
El que llama Señor a Jesús sabe que no puede hacer lo que quiere con la naturaleza.
Jesús es el Señor de la vida. cuerpo, mundo, poderes contrarios a la vida.
El que llama Señor a Jesús sabe que Él tiene poder sobre todas las áreas de la vida.
Jesús es el Señor de la muerte.
El que llama Señor a Jesús sabe que puede confiar aún en las horas más oscuras, y que una esperanza le muestra el horizonte.
Jesús es Señor del pecado.
El que llama Señor a Jesús sabe que por lejos que se haya ido del Señor y por grande que haya su pecado Él está dispuesto a perdonarlo y restablecerlo a la vida. Puede confiar en el amor de Jesús aún en sus horas más negras.

Este Señor Jesús, Señor de todo, es quien nos llama a que lo reconozcamos como tal y a que calculemos tanto lo que cuesta como los privilegios antes de decidir seguirlo.
Bautizamos nuestros niños. Hemos calculado lo que significa en compromiso para sus vidas. A veces pienso la difícil carga que hemos puesto sobre sus hombros. Pero esto es solo un cálculo desde el punto de vista humano. Jesús nos dice: es ligera mi carga.
Se confirman los jóvenes, han calculado el costo del discipulado o solamente los beneficios?

Cómo limitamos la acción de Cristo en nuestras vidas.

Cuando tratamos de verlo como la respuesta a nuestros problemas.
Lo hacemos así un amuleto para nuestra suerte.
El que no llama Señor a Jesús es el eterno disconforme que permanentemente está pidiendo una y otra cosa para si. Y mucho cuidado Dios si no se la concede como él la quiere. Seguro será acusado de Dios injusto, malo o insensible.


Cuando tratamos de limitar los derechos que tiene sobres nosotros. Ej.: el amor a los enemigos.
El que no llama Señor a Jesús siempre buscará el camino más fácil de pensar cómo aguar las exigencias de Jesús. Y cuidado Jesús, no insistas mucho porque serás tachado de exigente, tirano. En definitiva esas exigencias tuyas son para pocos.

Cuando le achacamos los defectos de los cristianos. Vemos con mucha facilidad los defectos de los otros. nuestros defectos están mucho más a la vista de lo que creemos, pero solo nos contentamos de mirar los de los demás.
Cuantas veces hemos escuchado: "y, mirá a esos que van todos los domingos al culto y después fijate lo que hacen". Es cierto que una observación así nos llama a ser más coherentes con nuestra fe, pero en la mayoría de los casos no es más que una excusa muy simple que quiere decir: por eso yo no me comprometo con nada.

El que no llama Señor a Jesús buscará siempre defectos en la vida de los demás que le ayuden a disimular su falta de compromiso.


Darle el control de tu vida.
Recién cuando comenzamos a caminar con Él y a examinarnos vemos los costos y cambios que Él quiere realizar en nuestras vidas.
Sabemos perfectamente cuáles son las áreas de nuestra vida que no están controladas por Jesús y allí comienza nuestra lucha por la fidelidad a Jesucristo y su evangelio.

Por otro lado Él es el único que puede manejarnos sin destruirnos. Él es quien nos conoce tal cual somos y con su amor nos guiará a los caminos que de veras nos convengan.
Nadie mostró tanto amor por el mundo que diera su vida en forma inocente por Él. El último aliento de la vida de Jesús fue para nosotros.

Él puede hacer que nuestro ser destrozado vuelva a tener sentido y quiere ser el Señor de la vida nuestra hoy, no mañana o la semana que viene o cuando me jubile.
El gran anuncio es que mientras más nos transforma más íntegros y dueños de nosotros mismos nos hace.