Decía la primera estrofa del poema Romance de la luna, luna de Federico García Lorca:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
La mirada de los niños. Sus inocentes ojos mandan, reinan, en la mayoría de postales. Es muy sugerente pensar que las verdaderas protagonistas de estas postales, y de otras que he mostrado antes, son las miradas de los niños. Ellos nos miran alegres desde el pasado enviando un mensaje de afecto y ternura. De alegría. Como todos los niños del mundo. Como un niño que mira la luna.