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La batalla del Señor
Y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedentréis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra guerra, sino de Dios. (2 Cro. 20:15).
Con todo su pueblo a su alrederor, Josafat, rey de Judá, resistió a la tentación del pánico, y buscó la protección del Señor contra el enemigo que estaba acercándose a Jerusalén. Reconoció que él y su pueblo carecían de recursos para enfrentarse al agresor. Dijo: "a ti volvemos nuestros ojos" (2Cr.20:12). ¡Que oración más apasionante!.
La respuesta del Señor fue veloz. "No temaís ni os amedentréis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra guerra, sino de Dios" (ver.15). Aquel día, el rey y su pueblo aprendieron que el Padre Celestial es poderoso y está dispuesto a luchar la batalla, si sus hijos confían en Él para ello.
Una niña pequeña que habís recibido a Jesús como su Salvador había aprendido la misma lección ya pronto en su vida cristiana.Un creyente de más tiempo le dijo: ¿Y que si Satanás viene a tu puerta, y trata de inquietarte? La niña le contestó: "Le pediré a Jesús que atienda la puerta".
Como creyentes en Jesucristo, nos enfrentamos a las poderosas malignas de Satanás. Y como Judá "en nosotros no hay fuerzas"(ver.12).Martin Lutero lo expresó bien: "Si en nuestra propia fuerza confiasemos, en nuestra lucha perderíamos." Pero si reconocemos nuestra impotencia y nos encomendamos al Señor, Él derrotará al enemigo por nosotros. No es nuestra batalla, ¡es de Dios!.
REFLEXIÓN: Dios siempre se encuentra entre sus hijos y el enemigo.
Fondo Myriam_Lhamya |