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General: Ve y reconliate
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Enviado: 01/07/2009 01:27 |
Ve y reconciliate
-“¡Tu nombre es grande! ¡Tu nombre es hermoso! ¡Tu nombre es digno de alabanza!... Señor yo soy tan feliz cuando estoy en tu presencia!” -“Tu canto es hermoso. Me conmueve. PERO VE PRIMERO A RECONCILIARTE CON TU HERMANO, luego podremos pasar un rato agradable juntos.” ¿Les ha pasado que se sienten extraños o a disgusto en la presencia del Señor? Ustedes saben que Jesús, por su sangre, les ha abierto un acceso permanente ante Dios, pero se sienten un poco fuera de lugar en vuestra propia casa. Por supuesto, pueden continuar cantando, alabando, orando con fervor - pero si hacen silencio para escuchar a Dios hablar, sienten algo pesado... y no comprenden que. Mateo 5 :23-24 «Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda. Como el malestar persiste, ustedes aguzan el oído, y de repente se acuerdan: -“Señor, sí yo sé, me enojé, le dije cosas que tal vez lo hirieron... Pero ¿viste cómo se comportó conmigo?” -“Ve primero a reconciliarte con tu hermano.” Nosotros podemos depositar todas nuestras cargas a los pies de Jesús, pero si hemos lastimado a alguien, aun si nuestras faltas son compartidas, debemos ir a pedirle perdón y restablecer la relación con él, incluso antes de ponernos a orar. En este versículo de Mateo, el verbo reconciliar, “dialasso”, está en la voz pasiva (la traducción no lo refleja). Significa que el sujeto sigue la acción. A causa de la difícil diligencia de perdón que yo acabo de hacer, yo he resultado modificado: mi espíritu ha sido cambiado, he sido reconciliado, y estoy en el beneficio de una amistad renovada con mi hermano. Es la única vez que este verbo es usado con este sentido en el Nuevo Testamento. Pero es un versículo clave, porque la salvación es el tema central de la Biblia, y el arrepentimiento es la puerta. Este requerimiento de perdón verdaderamente me costó porque yo no fui educado para humillarme de esta manera. Me sentí tembloroso e inseguro pero recibí increíblemente más de lo que yo di, como seguido con Dios. Y recuperé la relación con un amado hermano, lo que me parecía completamente imposible. Mateo 6 :12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. -“¿ Verdaderamente quieres que te perdone COMO tú perdonas a otros?” -“Señor es muy duro. He tratado, pero no llego a perdonar a este colega quien me robó algunos cheques y me puso en dificultades con mi banco.” Los versículos de Mateo 5:23-24 forman parte del « Sermón de la Montaña” donde Jesús refuerza la Ley Mosaica. “Ustedes han sabido que fue dicho... PERO YO LES DIGO!!” Ningún judío hubiera podido obedecer esta ley, y ahora para nosotros los cristianos ella va aún más lejos y más alto. El “programa” de Jesús es imposible de aplicar con nuestras propias fuerzas. Dios no nos quiere hacer fracasar, él sólo quiere inducirnos a marchar con él cotidianamente, a depender de él. Zacarías 4:6b No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. Nosotros hemos tanto aprendido a funcionar por nosotros mismos que seguido nos es muy difícil dejar al Señor obrar en nosotros y a través de nosotros. Hasta se nos ocurre pedirle su bendición: “Señor, ¡bendice lo que yo hago!” (aun cuando no le estemos escuchado) “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Algunas veces la dificultad sobrepasa realmente nuestras capacidades naturales, entonces nosotros tenemos la opción: sea la de humillarnos delante de Dios, sea la de someternos a él y de contar con él, sea la de desalentarnos y dejar que ocurran las cosas - esperando que ellas se arreglen solas. Seguido constatamos que no es el caso. Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer. -“Señor, deseo verdaderamente perdonar a este colega, pero no lo logro. Te lo ruego, ¡ven en mi socorro!” Cuando nosotros oramos de esta forma, no siempre estamos muy convencidos de el “resultado”. Pero seguido experimentamos después una gran paz, e inclusive algunas veces una gran alegría. Como nuestra fe es aún muy pequeña, nos aseguramos pensando: tal vez yo no volveré a ver a esta persona, o bien por largo tiempo... Y luego Dios, en su bondad, nos pone frente a ella dos días después. Es el instante de la verdad. Si yo he reconocido de todo corazón mi incapacidad en esta situación, si yo he depositado la situación en las manos del Señor y si yo cuento con que él ha cambiado mi corazón... entonces, voy a tener la sorpresa de constatar que no tengo más resentimiento hacia esta persona. Había algo enorme entre nosotros y constato que no lo hay más. Soy simple y acogedor con mi colega, y doy la gloria a Dios. ¿Qué sucedió? Yo fui ofendido. Realmente no quería a esta persona. Reconocí que no podía perdonarla. En oración el Señor me dio el deseo de hacerlo. Clamé a Dios exponiendo mi deseo y sobretodo mi incapacidad de perdonar. Reconocí mis limitaciones y mi fracaso. Me sometí a Dios y conté con él. Y sin darme cuenta pasé el examen con éxito. Me siento increíblemente agradecido para con Dios, ligero y feliz. 1 Pedro 5:5 «…» y revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Cuando nosotros estamos en una situación de derrota, incapaces de amar sin condiciones, muy lejos de nuestro cristiano ideal; cuando nos vemos por fin tal como somos: pecadores perdonados por gracia; cuando hemos perdido confianza en nuestras capacidades naturales; cuando nos hemos despreciado en nuestros propios ojos... entonces estamos muy cercanos del tesoro que Dios ha provisto para nosotros. En nuestra conversión hemos recibido en nosotros el Espíritu de Dios, pero mientras que vivamos por nuestras propias fuerzas, a nuestra antigua manera, seremos tan pobres y estúpidos como un hombre rico que viviera como un mendigo. Juan 16:13 Y cuando venga el Espíritu de verdad, el os guiará a toda la verdad; Gálatas 5:22 Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe. Bendito seas tú Señor, por tu Santo Espíritu - ese inmenso tesoro que tú has depositado en nosotros. Con él tu quieres transformarnos a tu imagen, formar en nosotros el carácter de tu Hijo Jesús. Gracias Señor por los retos que tú permites en nuestras vidas, gracias por estas situaciones que nos llevan a percatarnos de cuan miserables somos sin ti. Gracias por esta presencia permanente en nosotros que nos permite continuar el camino contigo, gracias por tu amor y tu paciencia sin límites. Gracias por tu Palabra que nos guía y nos edifica día tras día. Gracias por el perdón dado y recibido.
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