Lo llaman el pueblo de los apodos. Al alcalde lo conocen como "El sabroso", al boticario como "milagrito", al vendedor de dulces en la plaza principal como "El amargado" y al profesor de la escuela que se encuentra junto al templo parroquial, lo identifican como "letricas".
Luis Andrade, a quien bautizaron con el remoquete de "Hierbabuena", no recuerda cuándo dejaron de nombrarlo para referirse a él con motes.
Algunos creen que es una costumbre, otros que una falta de respeto, la mayoría que una tradición transmitida de generación en generación.
Samaniego es un villorrio al sur de Colombia donde todos tienen un sobrenombre y al único concejal que un día propuso un Decreto que prohibiera tal práctica, le colocaron el alias de "sangrenegra".
Lo curioso es que al visitar la provincia, el guía invita a conocer el "pueblo de los apodos" ya que trascendió las fronteras para convertirse en un atractivo turístico.Él nos llama por el nombre
No comparto y estoy seguro que usted tampoco, el que a las personas se les identifique por un mote antes que por su nombre. Es una falta de respeto. Considerar al prójimo como un "objeto" antes que un ser que piensa, ríe, sufre y tiene sueños. Un principio que debe identificarle—en adelante—es llamar como corresponde a todas las personas.
Un segundo aspecto sobre el que quiero invitarle a meditar es en la importancia que tiene su nombre para Dios. Si vamos a las Escrituras leemos: "Pero Israel, esto es lo que dice el SEÑOR ahora, el que te creó y te formó:<