Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
Reflexión:
Mirando alrededor en nuestro mundo, que inicia un nuevo año, podríamos hacer una narración muy similar a la que hace este Evangelio. Muchedumbres buscaban y seguían a Jesús, le escuchaban y Él les curaba.
Muchos se dejan llevar por el pesimismo, y piensan que todo va “de cabeza”. Dirían que la vocación no entra en la descripción de la situación actual. Están convencidos de que no hay vocaciones, de que la juventud está extraviada sin remedio, de que la práctica religiosa disminuye en todo el globo…
Algo de razón tendrán. Pero les falta abrir los ojos para ver el otro lado de la moneda. Y contemplar los países en las que el número de vocaciones aumenta, los movimientos juveniles crecen con vigor y fuerza y donde los fieles ya no caben en las iglesias.
Sí. Los cristianos debemos tener esta certeza: Cristo es realmente amado por millones y millones. Muchedumbres que en todo el mundo, como en Galilea hace dos mil años, le siguen y le escuchan. Podemos sumarnos o sustraernos a esta realidad. Jesús, por su parte, sigue curando y bendiciendo a los que le buscan.
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