LECTURAS DEVOCIONALES
16-02-2010
"La virtud de la humildad"
Revestíos de humildad, porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
1Pedro 5:5
Cierta vez preguntaron a San Agustin (334-430), el conocido teologo de Hipona, cuál era el primer articulo de la ley cristiana. El respondio sin vacilacion: "La humildad". ¿Y el segundo? Volvio a decir "La Humildad". ¿Y el tercero? Repitio una vez mas: "La Humildad".
"Revestios de humildad." Pedro habia sufrido una amarga y devastadora derrota en su vida por falta de humildad. Cuando Jesus se dirigio a sus discípulos y les aviso que seria abandonado por todos, Pedro, lleno de suficiencia propia, admitió la posibilidad de que los otros lo abandonaran; él, sin embargo, jamas lo haría. "Aunque todos se escandalicen de tí, yo nunca me escandalizaré," dijo él con toda confianza en si mismo. Esta presuntuosa seguridad precedió su desastrosa caída. Pedro negó a Jesus.
Despues, en el otoño de su vida, escribió a manera de exortacion; "Revestíos de humildad". Probablemente fue el recuerdo de su humillante experiencia que lo animó a incluir entre sus consejos pastorales estas palabras. No quería que los fieles repitieran el mismo error que había cometido y tuvieran que sufrir, como él, las dolorosas consecuencias de tal equivocacion.
En el original griego, la palabra "revestir tiene el significado de una pieza de la vestimenta semejante a un delantal. Se la usaba sobre los vestidos, impidiendo que se ensuciaran y, al mismo tiempo, completando el traje. Las otras piezas de la vestimenta podían ser vistosas, pero la indumentaria sólo se completaba cuando era "revestida" poe ese delantal.
Y ahí está la leccion que el apóstol deseaba comunicar. Aunque las virtudes mas bellas adornen nuestro carácter, estaran destituidas de atractivos si no son "revestidas" de humildad.
Sobre la lápida de la tumba de Copérnico (1473-1543), el festejado astrónomo, fue grabada la siguiente súplica que él mismo habia escrito "Señor, no pido que me concedas el perdon dado a Pedro, ni la gracia otorgada a Pablo, apenas el favor concedido al ladron en la cruz". ¡Que figura admirable! Confesandose indigno, el científico suplicó con humildad la gracia concedida al ladron.
Cuanto más nos alleguemos a Jesus, tanto menor será la tendencia a exaltarnos, y revestidos con el "delantal" de la humildad, reflejaremos los atractivos de aquel que es "manso y humilde de corazón".