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General: EL PADRE DE LA IGLESIA NOS ILUMINA
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Cada palabra de la Sagrada Escritura nos invita a la imitación del Señor que nos ha creado por su beneficencia. Sin embargo, lo miramos todo bajo nuestra propia utilidad, lo medimos todo según nuestros gustos. Nos apropiamos de algunos bienes para nuestra propia vida y reservamos otros para nuestros herederos. Y no nos planteamos el problema de las gentes que están en la miseria. Y no nos preocupamos lo más mínimo de los pobres. ¡Oh corazones sin misericordia! Ve un hombre a su prójimo que no tiene pan ni medios para procurarse el alimento indispensable y en vez de apresurarse a ofrecerle su ayuda para rescatarlo de la miseria, lo observa como quien observa una planta verde que se está secando lastimosamente por falta de agua. Y sin embargo, este hombre abunda en riquezas y podría ayudar a muchos con sus bienes. Lo mismo que el caudal de una sola fuente puede regar una vasta extensión de terreno, así la abundancia de un solo hogar puede librar de la miseria a un gran número de pobres, si no lo impiden la tacañería y la avaricia del hombre, como acontece con una roca que cae en el arroyo y desvía la corriente. No vivamos únicamente según la carne; vivamos según Dios. La misericordia y la beneficencia son las amigas de Dios. Si se establecen en el corazón del hombre, lo divinizan y lo modelan a semejanza del soberano Bien, para que sea imagen de la esencia primera y simplicísima que supera todo conocimiento.
BY Andrea
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De: MACBELU |
Enviado: 17/02/2010 09:31 |
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