Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca. --Mateo 7:24.
Neal Beidleman sobrevivió la fatal expedición de 1996 en la cual ocho alpinistas murieron en el monte Everest. Algunos de ellos habían pagado $65.000 por la oportunidad de escalar el pico más alto del mundo. Cuando evaluaron lo que salió mal, Beidleman dijo: «Las tragedias y los desastres . . . no son resultado de una sola decisión, de un solo acontecimiento ni de un solo error. Son la culminación de cosas en tu vida. Pasa algo y eso se convierte en un catalítico para todo lo que has arriesgado.»
En el Everest, ese «algo» fue una feroz tormenta invernal. Según el periodista Todd Burgess: «De no haber sido por la tormenta, los alpinistas podrían haberse salido con la suya al correr tantos riesgos. Pero la tormenta sacó a flote sus debilidades.»
Las cosas que están en riesgo hoy en nuestras vidas --cosas de indiferencia o desobediencia espiritual-- pueden abrumarnos cuando vienen las tormentas. Jesús contó una historia de los edificadores necios y sabios para resaltar la importancia de la obediencia a sus palabras (Mateo 7:24-27). Dijo: «Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca» (v.24).
La obediencia a Cristo no elimina las tempestades de la vida, pero sí determina si caemos o permanecemos de pie en la tormenta. --David McCasland
LAS TORMENTAS DE LA VIDA REVELAN LA FORTALEZA DE NUESTRA FE.