NO CONFIEMOS EN NOSOTROS MISMOS
Nos sentíamos condenados a muerte. Pero esto nos sirvió para enseñarnos a no confiar en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. 2 Corintios 1:9
Si estudiamos la vida de Pablo, vemos con claridad que es un gran hombre de Dios. Es el autor de mas del 50% del Nuevo Testamento, el hombre que llevó el Evangelio al Asia y a Europa. Un Gigante de la fe.
Era un maestro con todas las letras. Un hombre que inspirado por Dios, nos dejó las grandes verdades bíblicas escritas. Pablo sabía más que nadie de las enseñanzas de Dios. Las recibía de primera mano.
Sin embargo hubo algo que tuvo que aprender.
Nadie sabe bien que es lo que paso en ese viaje. Pero Pablo y sus acompañantes estuvieron a punto de morir. No se sabe si fue un problema de la naturaleza, una amenaza de los judíos, un asunto con los romanos, un tema con los ladrones de los caminos. Pero hay algo seguro. El grupo de misioneros estuvo cerca de la muerte.
Y sucedió el milagro. Dios los salvó. La situación estaba fuera de control. Ya no podían hacer nada para evitar el trágico desenlace. La muerte era un fin seguro. Hasta que intervino Dios. Y lo que era fracaso, lo convirtió en victoria.
Y si bien nadie sabe exactamente que fue lo que pasó, de algo estamos seguros. Dios le enseñó algo a Pablo con esa experiencia. Tuvo que hacerlo pasar por la escuela del sufrimiento para que entienda lo que le quería decir.
El gran maestro del evangelio, tuvo que aprender algo. Y Dios fue su Maestro. Pablo tenia todo para ser un creído, para pisar fuerte. Tenía confianza de sobra para soportar las peores dificultades. Pero Dios usó algo para recordarle que cuando las fuerzas faltan, Dios es quien sostiene.
Tal vez hoy estás en tu mejor momento, tal vez la vida te sonríe y todo te sale bien. Tal vez vas de éxito en éxito, y logras todas tus metas. No te confundas, no pienses que logras todo por la fuerza de tu brazo o la capacidad de tu mente.
Aún cuando todo sale bien, necesitamos confiar en Dios, depositar en El nuestra confianza y solicitar de El, la ayuda oportuna.
Pablo tuvo que aprenderlo a la fuerza. Que podamos hoy aprender por las buenas. Que la escuela que te eduque sea la bondad de Dios, no su mano fuerte. Es mejor para todos.
Dios a veces nos manda a la escuela.
GRACIAS A LA HERMANA SILVIA POR EL FONDO
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