Y plantó el SEÑOR Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado. Genésis 2:8
“Puso” – Uno de los problemas más grandes que tenemos con la lectura de la Biblia es que ya nos sabemos las historias. Usualmente, eso no nos permite leer lo que el texto dice en realidad. Sino que leemos lo que nosotros creemos que dice el texto.
Hemos sido corrompidos por nuestras imágenes de escuela dominical, por las pinturas culturales, despliegues de Hollywood y sermones malos. Se requiere un esfuerzo tremendo para remover estos tapaojos casi automáticos y leer el texto literalmente, sin las adiciones de las ideas preconcebidas. Este versículo es un buen ejemplo.
Dios “puso” a Adán en el jardín. El verbo hebreo es “siym”. Tiene una sombrilla amplia de significados. Designar, traer, llamar, poner, cambiar, nombrar, asignar, comprometer, considerar, manifestar, determinar. ¡Wow! Una palabra cubre todo ese terreno.
El uso de “siym” para la acción de Dios con Adán contiene muchas implicaciones. Pero esa no es la parte que usualmente no vemos. La parte que no vemos es que Adán no fue creado en el Jardín. Fue creado en otro lugar y puesto en el Jardín. Eso es lo que dice el texto, pero sospecho que nunca lo viste de esa manera.
¿Y por qué es tan importante? ¿A quién le importa si Dios creó a Adán dentro o fuera del Paraíso? Ah, y dicho sea de paso, nuestro concepto del Jardín del Edén como un paraíso también le añade al texto. Pero esa es otra historia.
Lo implícito en esta acción: ¿poner a Adán en el Jardín? Primero, descubrimos que Adán no era parte del Jardín original. Se le puso allí con un propósito. Dios está a cargo hasta de su geografía. Segundo, comprendemos que el lugar de creación de Adán no es el paraíso idílico que pensamos que era.
No se nos dice nada sobre la geografía original. Su historia comienza con el posicionamiento de Dios. Desde el inicio, Adán se define por los planes de Dios. Seguidamente, vemos que colocar a Adán en el Jardín nos muestra una relación con Dios plena y sin mancilla.
A pesar que el Jardín no es lo que consideramos usualmente un paraíso, es el lugar donde el Hombre se nutre de toda la provisión de Dios. También es el lugar donde el Hombre puede ejercer el libre albedrio. El Jardín es tan satisfactorio como peligroso, pero solo es peligroso por cuanto contiene la posibilidad de desobediencia.
Ahora esto provoca una pregunta muy seria. Dios sembró el Jardín. Eso significa que en el Jardín no hay nada que Dios no desee allí. También quiere decir que Dios plantó el árbol que se convierte en el vehículo de la caída del Hombre.
¿Por qué lo hace Dios? Si Dios deseaba una relación perfecta con Su creación, una relación sin la mancha del pecado – como se describe antes de la Caída – ¿entonces por qué plantaría Dios ese árbol desde el inicio? ¿Por qué no evitarlo? Entonces Dios habría caminado en la frescura del atardecer con Su creación el Hombre todos los días por la eternidad. Aquí hay algo muy extraño.
Dios siembra el árbol que puede llevarnos al pecado y después pone al Hombre en el lugar mismo donde el pecado puede suceder. Esta historia no se parece a la versión infantil que hemos aceptado. Es mucho, mucho más profunda. ¿