En medio del Océano Pacífico y los Andes, sobre un perímetro de 50 kilómetros de longitud y 15 de ancho, se extienden centenares de jeroglíficos: animales como aves de entre 259 y 275 metros (colibríes, cóndores, gaviota o un loro, entre otros), un mono, una araña, una ballena, pero también reptiles como una serpiente o un lagarto, o incluso alguna silueta humana, como el famoso astronauta. Los dibujos, mezclados con líneas y espirales, están mayoritariamente sobre superficies planas, aunque hay algunos sobre las laderas de las colinas.
A pesar de que el ojo humano haya llegado a identificar varias figuras, lo cierto es que a día de hoy aún no es posible explicar el origen y el porqué de su existencia. Su importancia, eso sí, les ha llevado a ser catalogadas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Su descubrimiento fue tardío, ya en el siglo XX, principalmente porque sólo son apreciables desde el aire. La primera referencia data de 1927, cuando el científico Mejía Xespe llegó al lugar advertido por los enigmas físicos en el suelo, en lo que creyó que se trataba de caminos sagrados. Sin embargo, el primer impulso para su análisis vino de la mano del antropólogo norteamericano Paul Kosok en 1939, cuando en lo alto de una meseta reconoció la forma de un pájaro en pleno vuelo sobre la tierra. Ello le llevó a sugerir a la matemática Maria Reiche que continuara la indagación. Su intervención fue clave para su conservación y su entrada al turismo, puesto que esta alemana, fascinada por el enigma que escondían, se mudó en 1946 al país peruano para dedicar toda su vida al estudio de estas representaciones geométricas. Su pasión fue tal que sus cenizas están esparcidas por la zona.
Su característica perennidad se debe al suelo de la región, una de las más desérticas y secas del mundo. De color marrón en la primera capa, debajo se esconde otra de color amarillo, que provoca que las huellas se conviertan en duraderas.
Diversas han sido las hipótesis en torno a su procedencia. Una de las más llamativas fue la de Von Daniken, que en su libro 'La respuesta de los dioses' señala que podrían llegar a ser señales y pistas de aterrizaje para naves extraterrestres. Maria Reiche consideraba que se trataba de un gigantesco calendario de las antiguas culturas peruanas.
Las líneas de Nazca han llegado a ser la inspiración para temática ficticia, como por ejemplo en la última entrega de Indiana Jones, donde se nombran como punto de partida para encontrar la imaginaria ciudad de Akator, o en el videojuego Illusion of Gaia, que forma parte de la historia del mismo.
Para todo aquel interesado en esta incógnita es fundamental que no tenga miedo a volar, pues las agencias de viajes organizan paquetes turísticos que incluyen la visita guiada en avioneta.