"...Al que cree, todo le es posible"
El diagnóstico inicial apuntaba a la urgencia de amputar su pie y rodilla izquierdos. La falta de irrigación sanguínea era irreversible por la obstrucción en el sistema arterial.
--En casos así es mejor retirar los miembros afectados—aseguró el médico con la actitud impasible de quien está acostumbrado a manejar situaciones similares.
--Pero, ¿sabe lo que implica una amputación?—preguntó Rosa Ubaldina Valverde, revelando angustia.
La situación era grave y traumática. Traería problemas a su hogar. Al fin y al cabo la responsabilidad de atender a dos nietos adolescentes cuyos padres murieron en un accidente de tránsito, recaía sobre sus hombros.
--Será el fin de todo—prosiguió-. El médico pareció entenderle, pero la situación escapaba a sus manos.
--La ciencia no puede hacer más, señora—concluyó lacónico mientras volvía la mirada a las radiografías que tenía en el escritorio.
Rosa María no se resignó. Todo estaba en contra. Era tanto como nadar en el sentido contrario en un río correntoso. Rescató una vieja Biblia que amenazaba con ser devorada por los bichos en un baúl en el que compartía espacio con revistas y periódicos de tiempos idos. Comenzó a leerla. No lo hizo con desgano sino con avidez, como alguien que aprecia la única tabla –perdida en el mar infinito—que puede salvarle del naufragio.
En los evangelios encontró un versículo que subrayó:"creer, al Jesús le dijo: Si puedes que cree todo le es posible"(Marcos 9:23). Meditó: "¿Podrá Dios sanarme?". Inmediatamente razonó: El texto decía que no había límites. Volvió a leer: "...al que cree, todo le es posible".
Comenzó a orar. Al principio sintió desánimo al pensar que nada ocurriría, pero escudriñando las Escrituras encontró nuevas luces sobre la necesidad e importancia de clamar. Las encontró en el evangelio de Lucas al relatar una enseñanza del Señor Jesús: "...les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar..." (Lucas 18:1).
Al principio no fue fácil. Estaba en medio de la presión de sus familiares que la instaban a aceptar la intervención quirúrgica. Pero la mujer argumentaba que Dios respondería, aunque en apariencia estaba empeorando. Tres semanas después se advertían pequeños cambios. El dolor no era intenso como antes y el color de la piel comenzó a aclarar.
Un encuentro con la fe
Rosa María asiste hoy a una congregación cristiana al norte de Managua. Nadie imagina siquiera que su extremidad izquierda estuvo a las puertas de ser extirpada. Ella atribuye su experiencia a un milagro de Dios.
El hecho evidenciado en esta campesina nicaragüense puede replicarse en su vida si padece alguna enfermedad que los médicos han identificado como "incurable".
La Biblia dice que "...nada hay imposible para Dios" (Lucas 1:37). Bajo este convencimiento, le invitamos a clamar a Dios en oración. No olvide que para El no existen los límites. Su poder no lo alcanzamos a dimensionar. ¡Es hora de que pida ese milagro! El Señor responderá...
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