La niña y el anciano
Nani era una niñita de seis años. Aquella tarde parecía haberse propuesto generar un terrible chirrido que, por lo estridente, trastornaba los sentidos tanto de residentes como de quienes simplemente pasaban por allí. Y es que iba montada, pedaleando a toda velocidad, en su viejo y oxidado triciclo... un triciclo que habían disfrutado cuatro dueños anteriores.
Era tal la felicidad que mostraba por no haber tenido que disputar con ninguno de sus cuatro hermanos el juguete, que se sentía que era la reina y dueña de la calle.
Realmente no había ninguna cosa en ese instante que le interesara más que pedalear, subiendo y bajando a toda velocidad por la acera. Para ella ese chirrido ¡era música celestial!
Tras muchas vueltas, se interpuso en su camino un hombre que traía en su mano una latita. Era un anciano de gentiles ojos que transmitían amor. Cuando ella alzó su mirada y vio ese rostro tan bondadoso, su corazón vio al padre y abuelito que nunca tuvo. El diálogo entre los dos fue muy breve: "¿Me dejas arreglarte tu triciclo?" Obviamente, se trataba de uno de los atormentados vecinos. Luego de aceitado el triciclo, se oyó un "gracias, señor", acompañado de una gran sonrisa que ambos se regalaron.
El Señor se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla. Isaiás 42:21
Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha. Isaiás 62:1
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Ledita
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