Conocer a Jesucristo es encontrar el amor
Juan 1: 35-51
Este Evangelio comienza con una definición de la persona de Jesucristo: El es el Verbo Encarnado, es el Logos Divino que participó en la creación. Es decir: Jesús es Dios Encarnado. En otra obra el mismo autor nos define a Dios, diciendo: "El que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor" (I Juan 4:8). Si Jesús es Dios y Dios es amor, entonces: Conocer a Jesucristo es encontrar el amor Justamente el texto trata de conocer a Jesús. Se refiere a los primeros hombres que se convirtieron en discípulos de Cristo, los cuales son el modelo para los que hoy deseamos seguir al Señor Conocer a Cristo es una experiencia que los hombres han experimentado a través de los siglos. Quien ha vivido esa experiencia personal desea compartirla con las personas que ama. Es más, cuando uno se encuentra con Cristo encuentra al amor. Yo no busco a Dios, lo encuentro en el amor y en el amor me encuentro con Dios. La fe no se enseña ni se aprende, se contagia. Por eso uno la encuentra de pronto cuando está abierto para encontrarse con Dios, como lo estaban los discípulos, en el texto anterior. Pero la fe debe ser razonable, aunque no siempre la podemos explicar. El misterio de la fe es más fácil de experimentar que de explicar. El evangelio de Juan cuando nos dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (San Juan 3:16), no se refiere al acto intelectual de admitir una enseñanza como cierta, sino al encuentro con Dios en Amor. Yo creo que es un encuentro profundo. el hecho de que algo está adentro.. Esta característica del encuentro con Jesucristo aparece a lo largo de todo el Evangelio de Juan, no sólo 3:16. De ahí la diferencia, que podemos constatar cotidianamente, entre el convencido y el convertido, entre la superficialidad y la profundidad en la fe El texto bíblico, muestra tres posibilidades para que un ser humano pueda conocer a Jesucristo y encontrarse con el amor. Veamos. Conocer a Jesucristo por el testimonio de otro y por el deseo propio. Este es el caso de Andrés y de un discípulo anónimo. Tuvieron el privilegio de que alguien les dirigiera hacia Jesucristo. Ambos hombres valoraban mucho la palabra de Juan el Bautista, por cuanto eran sus discípulos y lo amaban. Además, ellos mismos mostraron interés por conocer a Jesús y encontrarse con su amor inefable. Sin las palabras de Juan el Bautista quizás jamás lo habrían encontrado. Como en los tiempos bíblicos, también hoy existen personas que aman y son amadas, pero que jamás encontrarán a Jesucristo, si sus seres queridos cristianos mantienen en secreto su condición de discípulos de Cristo. La proclamación del mensaje divino le costó la vida a Juan el Bautista, pero jamás se negó a dar su testimonio sobre Jesús, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29,36). Algunos cristianos de hoy son como José de Arimatea y Nicodemo que no se animaron a dar testimonio Jose Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Entonces vino y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras". (San Juan 19:38-39). El cristianismo ha llegado hasta nosotros por el testimonio de los que afrontaron los riesgos de ser discípulos públicos de Jesús. No nos ha llegado por aquellos que, como José de Arimatea y Nicodemo, siguieron secretamente a Jesús. Sin discípulos en público no hay evangelización. Y sin evangelización la Iglesia de Jesucristo corre peligro. El futuro dependerá del tipo de discípulos que seamos.
GRACIAS A LA HNA. SILVIA POR EL FONDO
AMIGOS UNIDOS EN CRISTO
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