Querer y amar.
El primero se aplica de forma más habitual que el segundo. Querer lo asociamos a desear algo, generalmente con un propósito determinado. Puedo querer a una persona para que me acompañe, me haga sentir bien, me apoye o para que haga lo que yo quiera. Incluso puedo querer a un hijo para que me cuide en mi vejez. Hay siempre una intencionalidad específica en el querer, más o menos altruista, más o menos ética. El querer conduce al sufrimiento pues se desea algo de otra persona, justificadamente o no. Y como ésta es diferente a mí, es imposible que piense, sienta y actúe exactamente igual a mí. De modo que cualquier expectativa que tenga con ella está condenada a la frustración, pues nunca se comportará exactamente como me gustaría o placería.
Amar en cambio es aceptar al otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos. Amar es desear lo mejor para el prójimo, aún cuando no me guste su manera de ser, aún cuando no me acompañe, no me haga sentir bien, no me apoye o no me cuide en mi vejez. Puedo estar en total desacuerdo con otra persona, puedo no quererla, pero sí puedo amarla.
Mientras más ames en tu vida, más feliz y libre serás. Mientras más quieras, más frustración, dolor y prisión habrá en tu vida.