EL ADVIENTO: TIEMPO PRIMAVERAL DE RENOVACION Y FRESCURA DE NUESTRA FE.

 

“La estación de Adviento es como la primavera en la naturaleza, cuando todas las cosas parecen renovarse y todo luce fresco y lozano. Adviento, además, hace todo esto por nosotros: nos renueva y nos llena de santidad de tal manera que podamos recibir a Cristo en la forma en que el Señor ha querido manifestarse”. M. Teresa de Calcuta

 

La Iglesia, que somos todos nosotros, se renueva a sí misma por medio de su celebración litúrgica y lo hace  por medio de sus miembros que al estar cada vez más cerca de Dios se transforman en una Iglesia nueva y mejor porque La gracia de Dios actúa en cada uno de ellos. En la medida en que nos dejamos transformar por ella, nos acercamos más a la plenitud del Dios que viene a nosotros.

 

En este tiempo hermoso de renovación y frescura para nuestra fe, debemos mantenernos siempre alertas  a los signos de los tiempos para poder  reconocer los pequeños detalles de amor con los que Dios nos quiere bendecir  para ir preparándonos  mejor a recibir en nuestro corazón a su amado Hijo.

El Adviento es un tiempo de constante búsqueda y encuentro con el Dios que nace día a día en el corazón de los pobres y marginados en los que nos llama a servirle y ser verdadera luz que guie sus pasos por el camino del amor y la esperanza de un nuevo amanecer y un tiempo nuevo lleno de paz, amor y felicidad eternas que solo pueden brotar del amor más puro que es el niño Dios.

 

Este tiempo es un tiempo de mucha oración y meditación del gran misterio de la encarnación del hijo de Dios que ha querido tomar la condición humana para estar más cerca de nosotros y así compartir nuestra vida - menos el pecado- , pero más que nada desea que nosotros lo podamos reconocer y nos hagamos más solidarios los unos con los otros, estar atentos a su llamado en los que sufren, en los olvidados y en los menos útiles a los ojos del mundo.

 

Es por eso  que nuestro tiempo de adviento es un tiempo de gracia para poder reconocer al Señor e invitarlo a  quedarse con nosotros para compartir nuestra vida ya que así la esperanza brillara y deslumbrara a quien la comparta con nosotros.

 

La oración y meditación nos deben llevar a la acción concreta, es decir, a ponernos al servicio de quienes necesitan ser alumbrados con un rayito de esperanza que los anime a vivir un tiempo nuevo de encuentro con el Dios del amor; de quienes necesitan ser consolados para ser sonrisa que alegre su corazón; de quienes necesitan ser cargados porque el peso de sus pecados es muy grande y no les permite seguir caminando hacia el encuentro del Dios de la Misericordia; de quienes necesitan de una mano amiga que los ayude a salir del pozo oscuro de los vicios de las drogas, el alcohol, el consumismo, la prostitución y de tantos otros vicios más que los aleja cada vez mas del Dios del amor, del consuelo y de la felicidad.

 

En este tiempo de renovación y frescura primaveral nuestra preparación debe manifestarse en una ofrenda de hermosas flores: que han vencido a la adversidad  y logrado salir a delante, que han logrado salir de la oscuridad y que ahora caminan  a la luz de la esperanza de un mejor mañana de la mano de Dios, flores que estaban marchitas y casi muertas porque la oscuridad del pecado y el mal no dejaban pasar la luz de la esperanza; flores que han sido regadas con el amor y la misericordia de Dios y han sido abonadas con mucha oración y que al final han dado como fruto la belleza de una flor  que  van  a embellecer el humilde pesebre en el cual nacerá nuestro niño Dios.

 

Que María, Madre del Amor Hermoso,  la flor más bella de este jardín primaveral que es este tiempo de adviento, nos bendiga y nos acompañe a lo largo de estas semanas de preparación y que siempre de su mano caminamos al encuentro de Jesús – Niño que viene para nacer en nuestro corazón.

 LOS BENDIGO DE CORAZÓN